El líder socialista, Rodríguez Zapatero, prometió que si llega al poder tendrá tantas ministras como ministros, lo que parece progresista, pero que nace de un error: creer que para que avancen las mujeres debe discriminarse a su favor.
La política consiste en elegir las personas más eficaces para cada función, y posiblemente Zapatero tendría que crear un gabinete mayoritariamente femenino por la valía de muchas mujeres; pero obligarse a presentar un mínimo de ellas por su afinidad política puede llevarle al fracaso.
Los gabinetes anteriores de José María Aznar fueron ejemplares por el fiasco de cuatro ministras, nombradas para demostrar ausencia de machismo en un partido de derechas.
Si hubiera analizado el currículo de la militancia del PP sin acepción de género y de personas de cualquier ideología habría descubierto excelentes candidatas, pero Aznar nombró a quienes obedecían a su ideal de mujer, mujer: señoras desenvueltas y de mucho desparpajo.
En EE.UU. es famoso el doctor Patrick Chavis, cuya incompetencia mató a algunas personas: era un analfabeto funcional que obtuvo su licenciatura en Medicina gracias a la discriminación positiva por ser negro; allí hay muchos casos parecidos, incluso entre latinos, que pueden acogerse al sistema de cuotas.
Gente así desacredita a los buenos profesionales, sean mujeres de minorías negras e hispanas; algunas asiáticas, como la china, y solo por su voluntad y esfuerzo, están por encima del nivel medio de los occidentales...
Sin segregación positiva ni prejuicios sexistas, el gabinete de Zapatero podría resultar mayoritariamente femenino: en universidades y empresas las mujeres son ya mejores que la generalidad de los hombres; sería ilógico favorecer más adelante con cuotas al macho ibérico para equilibrar la balanza del género.