Hace unos cien años las calles de Londres se plagaban de hombres-sandwich cuyos carteles llevaban esta inscripción: “Menphis wants good citizens”, Menfis necesita, quiere o busca buenos ciudadanos.
Las autoridades de ese lugar de Tennessee, en EE.UU., cuyos primeros nativos, los indios Chickasaw, fueron descubiertos para España en 1541 por Hernando de Soto, creían que los londinenses eran los mejores ciudadanos que podrían importar para el crecimiento de su ciudad.
Lo contaba Julio Camba en un artículo que titulaba “La masa británica es la más refinada”, en el que alababa las cualidades de los londinenses de entonces y proponía que España los importara también por su honradez y laboriosidad.
“Para regenerar a España lo de menos es tener un buen Gobierno, sino tener buenos ciudadanos. Los nuestros no sirven”.
Pero los británicos, y los londinenses en particular, ya no son aquellas personas ejemplares que vio Camba. Seguramente se han españolizado, algo así como si se hubieran acercado a los españoles, y no en lo bueno.
Aunque, reconózcase, los españoles siguen sin servir. Sólo hay que ver a sus políticos para confirmarlo. Desinflada la mentira de que eran los alemanes del sur y que pronto superarían a los verdaderos, en los últimos años volvieron a los vicios de costumbre.
Ahora los dominan unos políticos nacionales ineficaces y unos caciques autonómicos y locales frecuentemente, además, corruptos, algo que ya ocurre también en el Reino Unido, donde aparecen banqueros ladrones y políticos comprados por Rupert Murdoch.
Además, Londres es ahora una ciudad solamente algo más viva que Madrid, pero con mayor delincuencia, impensable en tiempos de Camba.
Aunque sigue siendo el laboratorio mundial del talento, especialmente para la literatura infantil y la música, representadas al cerrar el inicio de los JJ.OO. de 2012 por el hipnótico Hey Jude y Paul McCartney.
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