El premio Nobel de la Paz Barack Obama tiene su propio GAL en los drones, aviones sin piloto teledirigidos que atacan a Al-Qaeda, y que, como los Grupos Antiterroristas de Liberación, ejecutan penas de muerte sin juicio previo.
Las diferencias entre los drones y los GAL no son sólo tecnológicas: Obama se enorgullece de las acciones de sus máquinas, mientras que del Ministerio de Interior socialista español negaba que le pagara a la banda que cometió 23 asesinatos entre 1983 y 1987.
Obama además tiene a los SEAL (Sea, Air, Land, mar-aire-tierra), unidades de comandos entrenados para matar en cualquier circunstancia, quizás los más eficaces del mundo, que fueron los que ejecutaron a Bin-Laden en su casa mientras veía vídeos pornográficos.
Barack Obama había prometido que cuando fuera presidente cerraría la prisión para terroristas en Guantánamo, Cuba, pero cuatro años después siguen allí unos 250 talibanes y alqaedanos, algunos desde la invasión de Afganistán tras el 11 de septiembre de 2001.
Barack Obama parece que decidió que el mejor método para sacar de circulación a los terroristas no es llevarlos a Guantánamo, como Bush, sino matarlos directamente, con lo que se libra de presos en dudosa situación legal para la legislación estadounidense.
Con este razonamiento, precisamente, su comando de SEALs mató Bin-Laden hace trece meses y hace unos días, con los drones, al número dos de Al-Qaeda, Abu Yahya al-Libi.
A veces, e igual que los GAL, los drones se equivocan y matan a inocentes, incluso a familias enteras que aparentemente no eran terroristas.
Bush usaba mucho menos sus GAL que el presidente actual, lo que presenta un paralelismo ideológico con el caso español: el que pagaba por matar terroristas sin juicio previo aquí era también, como el Nobel pacifista, un gobierno progresista.
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