España está pagando en la UE y ante el mundo la chulería de nuevo rico que nos embobó durante ocho años con aquella sonrisa de suficiencia que afirmaba que “hemos sobrepasado Italia, a Francia la pasaremos en dos años, y vamos a por Alemania”.
Nuestro líder menospreciaba a “la fracasada Merkel” y proclamaba engolado que España era el mayor donante del primer mundo, que ayudaba más a Haití, por ejemplo, que su antigua potencia colonial, Francia, o que la misma Alemania, el país más rico de Europa.
Midas desbocado, desparramaba fondos, condonaba deudas de países cuyos dirigentes se llevaban los dineros a Suiza, regalaba ríos de riqueza a los ayuntamientos, las CC.AA., especialmente a la catalana, lo que cultivaba la corrupción en todos los estamentos, públicos y privados.
Años de dispendio que empezaron con una frase famosa de Zapatero tras llegar a Moncloa: “Se nos sale en dinero por las ventanas”.
Lo importante era que reconocieran que este rumboso nuevo rico de pueblo administraba gran riqueza, que la gente lo aclamara, como sus bien pagados trovadores de la ceja.
Seguía cantando la cigarra, repartiendo oro y pata negra en viajes suyos y de su vicepresidenta a países sin relación alguna con España para repartir condones, y la fracasada hormiga Merkel, mientras, guardaba provisiones para el invierno.
El Banco de España tuvo que malvender su oro, pero, que siga la fiesta, España es un país rico y nos darán el crédito que solicitemos, se dijo mientras continuaba tirándolo hasta mayo de su penúltimo año de mandato.
Ahora vienen nuestros prestamistas a exigirnos que les paguemos, advirtiéndonos que sólo nos volverán a prestar con usura: quieren quedarse con el país, con toda la razón.
Hambrientos, los nuevos ricos vamos a pedirle piedad con mano mendiga a la fracasada Merkel.
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