Los cristianos creen en un paraíso poco visualizable, a pesar de los esfuerzos de sus teólogos y los poetas como Dante y Milton, pero los musulmanes poseen un cielo con huríes y amores en praderas regadas con ríos de leche y miel que, aunque sean poéticos, resultan una guarrada porque son pegajosos y atraen a los bichos que deberá haber. No hay nada como los ríos de agua limpia.
Don X.X.X, un sacerdote estudioso del islam que pide que no se revelen datos sobre él por temor a que le lancen una fatwa como a Salman Rushdi, cree que los hombres con sensualidad muy acusada son buenos candidatos para profesar el Islam más fundamentalista y convertirse en bombas volantes o caminantes. Las mujeres cuentan menos, son más pasivas.
“Cuanto antes llegues al cielo antes gozas de hasta 72 huríes que te tienen destinado”, recuerda don X., que secretamente envidia tal destino, aunque prefiera un obispado en vida.
Siendo un corresponsal del Gan Patrono en la tierra, incluso a él se le hace difícil imaginar el cielo de los cristianos. Solamente sabe que se verá vestido de blanco, colocado al lado de Dios, arrullándolo eternamente con su harmónica, con la que emociona cuando toca “El sitio de Zaragoza”. Ve blancura entre nubes, a Dios en su trono, y a la gente alabándolo hasta el fin de los tiempos que nunca tendrán fin. Comprende que para los lascivos tal destino sea un poco pesado.
Don X. sabe que algunos parroquianos pecan carnalmente, a veces con huríes de alquiler, pero que se sacrificarían si les prometiera un paraíso divertido:
“Uno de sexualidad muy activa me preguntó: Padre, ¿iré al infierno si me hago islámico para gozar de las vírgenes en su paraíso?”. Le contesté que sí, pero como venga un mulá con poder de convicción me lo convierte y, ¡hala!, se me va con Ben Laden de terrorista, porque cuanto antes llegue al cielo más pronto tendrá huríes, y además, siempre vírgenes.
Don X. propone que el Papa, los protestantes y los ortodoxos estudien urgentemente cómo neutralizar las desventajas del paraíso cristiano frente al islámico.