Quien haya sufrido los últimos quince años de franquismo en Euskadi y los compare honestamente con la democracia actual dirá que siente mayor terror ahora porque el abertzalismo ha resultado más cruel que aquella etapa de la dictadura.
Lacerante verdad políticamente incorrecta: el régimen del dictador fue menos sanguinario en sus años finales que esta Euskadi contemporánea impregnada de miedo y nacionalismo insolidario, las máquinas de odio batasunas y su brazo asesino, ETA.
Quienes se oponían al franquismo sin violencia en aquel País Vasco eran apreciados y apoyados popularmente. Se exponían a recibir palizas y a ir algún tiempo a prisión. Pero no los asesinaban.
Hoy, aquellos que militaban contra Franco, como tantos Agustín Ibarrola, son parte de las mil personas que necesitan escolta y que sufren la peor dictadura: quieren matarlas por criticar al nacionalismo extremo, incluso al tibio.
Hay además 40.000 personas que sufren “violencia de persecución”, según la Fundación de Víctimas del Terrorismo que preside Maite Pagazaurtundúa. El ambiente fanatizado las acosa y le exige a ETA que las mate.
Sumemos a los exiliados: hay encuestas que hablan de 200.000, que si son cabezas de familia serán muchos más.
Todo antifranquista decente sufre reconociendo que durante sus últimos quince años Franco fue menos cruel que muchos que los presuntos demócratas que han creado en gran parte de Euskadi una tiranía como la de la primera década de la dictadura.
Ahora, quien denigre públicamente el nacionalismo como puede hacer libremente con cualquier otra ideología sabe que espías y confidentes lo denunciarán y sufrirá el aislamiento social nacionalista seguido del posible asesinato.
Euskadi está como en la primera década de la dictadura: “Haga usted como yo, no se meta en política y vivirá muy bien” decía Franco, otro nacionalista.