Le propongo una adivinanza relacionada con un libro que acaba de salir a la venta. Tras leer los tres párrafos que siguen, diga si se refiere o no a España o a alguna parte de ella:
“Este libro trata de lo que sucedió cuando sectores de las élites y las masas de gente normal y corriente decidieron renunciar a sus facultades críticas individuales en favor de una política basada en la fe, la esperanza, el odio y una autoestima sentimental colectiva de su propia raza y nación”.
“Se aborda en él el colapso moral progresivo y casi total de una sociedad industrial avanzada de Europa, muchos de cuyos ciudadanos abandonaron la carga de pensar por si mismos en favor del ritmo de tamtan de un tribalismo de nuestro tiempo”.
“Depositaron su fe en malvados que prometían un gran salto hacia un futuro heroico, con soluciones violentas a los problemas locales y generales de la sociedad moderna. Las consecuencias fueron catastróficas, sobre todo para una parte de la población, víctima de una campaña destinada a acabar con toda ella”.
No se si ha podido identificar esto con la vida contemporánea de España. ¿Cree que existe algo así en el país?.
Si contesta que no, estupendo; si cree que sí, sus propias conclusiones le indicarán la gravedad de la situación.
Porque los párrafos reproducidos pertenecen al inicio del libro: “El Tercer Reich. Una nueva historia” (Taurus) del británico Michael Burleigh.
Su argumento fundamental no es demostrar que Batasuna merece estar entre los partidos democráticos por unos u otros motivos, sino que tiene 200.000 votantes a los que hay que respetar.
Es una cifra muy respetable, pero lo es mucho más la de 13,75 millones de votos, el 37,3 por ciento de los 34,1 millones de votantes alemanes en las elecciones de 1932 que llevaron al poder a un nacionalista y socialista –Batasuna es nacionalista y socialista, igualmente-- llamado Adolf Hitler.
Casi 14 millones de votos y más de un tercio del electorado son cifras proporcionalmente muy superiores a las conseguidas por Batasuna con cualquiera de sus nombres. Hitler había perdido las elecciones, pero sus matones de camisas pardas habían intimidado tanto a sus rivales que éstos le ofrecieron una coalición gubernamental que los mismos matones se encargaron de destruir.
Aquí, los asesinos aliados solo tienen que matar a unos cuantos ciudadanos, políticos o concejales opositores o cualquier otra persona para ir ganando terreno “liberado”.
Luego, a conquistar tierras irredentas: Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Navarra o parte de Francia.
Nadie ilegalizó a los nazis. Eran 34,1 millones de votos que provocaron un horror de 60 millones de muertos. ¿Vale?.