Editorial de influyentes diarios españoles si lo que ocurre en las fronteras de Ceuta y Melilla se hubiera producido hace año y medio:
Oculto en la Moncloa, y sin afrontar su responsabilidad, José María Aznar envía a morir al desierto según distintas oenegés a centenares de subsaharianos, inmigrantes que buscaban solamente comida y trabajo en España.
El aznarismo alega que eso ocurre en Marruecos, pero hace que el rey Mohamed VI expulse a los desesperados inmigrantes lo más lejos posible de las plazas españolas.
Una acción que resultará gravosa. Con un precio cuyo monto se nos oculta. La oposición, especialmente el PSOE, debe de exigir la urgente apertura de una investigación parlamentaria para conocer los términos de la vergonzosa transacción.
El Gobierno afirma que no puede entrar aquí todo inmigrante que lo necesite, pero hasta en esto hay discrepancias: según la visión más humanitaria, expuesta públicamente por el líder socialista, José Luís Rodríguez Zapatero, estos trabajadores siempre le serán útiles al país.
En este contexto, parece un sarcasmo que Aznar diga a través de sus portavoces que se ha conmovido profundamente al ver a los subsaharianos heridos con las púas de acero fronterizas que pretendían saltar.
Como recordarán los lectores, ya denunciamos en estas páginas la conducta del presidente Aznar cuando rechazaba a los inmigrantes enviándolos sedados en aviones a sus países de origen.
Ahora los tortura y hacer aullar de dolor, esposándolos en autobuses por el desierto, por lo que exhortamos a las fuerzas democráticas para que condenen enérgicamente la inhumana conducta de esta indigna derecha que nos gobierna.
Rodríguez Zapatero, que ha demostrado repetidamente su talante solidario, tiene que denunciar a Aznar en el Parlamento, pero también ante el Tribunal Internacional de La Haya como instigador de un genocidio.
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