Rosa Díez, Redondo Terreros, Gotzone Mora, Maite Pagazaurtundúa, su madre, Pilar Ruíz, también madre de Joxeba, asesinado por ETA: crece enormemente la nómina de socialistas a los que se les llama “la caverna”, término peyorativo que se usaba para señalar a los últimos franquistas fanáticos.
“El PSOE debe denunciarlos: su discurso es igual al del PP”, ordenan algunos dirigentes socialistas a través de periodistas, modelo Enric Sopena, cercanos a la Moncloa: es como si esos socialistas tuvieran que negar que París es la capital de Francia porque lo afirman los populares también.
Les llaman cavernícolas y fachas por tener memoria, porque están contra la idea de que si ETA deja de matar hay que perdonar sus asesinatos y además darles algo a cambio: una secesión encubierta siguiendo el posible ejemplo catalán.
Como ZP no tiene ideología socialista, sino sondeos de opinión, sigue fielmente las encuestas que le piden que ceda ante los nacionalismos exacerbados para brindar una aparente paz a los cansados del terrorismo, dispuestos a perder la memoria y el buen sentido.
Cualquier resistencia a esta pueril ansia de paz infinita, que exige olvidar a casi un millar de sacrificados, o la oposición a abandonar inermes a los catalanes en poder de los nacionalistas identitarios, se tilda como cavernícola, belicista.
Hasta Pérez-Carod, el característico progrefacha, califica así a quienes se le oponen.
Peor que el peligro que corre España con las crecientes exigencias secesionistas es el lavado de cerebro que sufren tantos progresistas sometidos, como Winston Smith, a las consignas del Gran Hermano: “¡El enemigo eres tú mismo, no Australasia, como te dicen tus estúpidos recuerdos!”.
Así se incapacita y se impide reaccionar a la verdadera izquierda, engañada por el nuevo fenómeno progrefacha, aparentemente manso, pero realmente socialfascista.
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