Los agnósticos occidentales deberían temblar y los creyentes asustarse si fuera cierto que George W. Bush atacó a los talibanes de Afganistán inspirado por el Dios cristiano para destruir las bases desde las que el terrorismo islámico dirigido por Alá planificó el ataque a las Torres Gemelas.
Y que por parecida revelación invadió Irak, según afirma un ex ministro palestino que dijo Bush. Pero es una fuente nada fiable y su afirmación ha sido desmentida repetidamente.
La BBC, que difunde la noticia, pretende atraer audiencia con ella para evitar que se le caiga esa base que justifica una serie televisiva.
Lo que sí es cierto es que estamos en un enfrentamiento de fanáticos de un dios, el Alá musulmán, contra todo lo que no sea él.
Un Alá que no es el mismo Dios que el cristiano, sino el resultado de la fusión que hizo Mahoma de los múltiples dioses del paganismo preislámico con el Yahvé judío.
El Dios cristiano, seis siglos más antiguo, nace del Padre Yahvé, al que se le añadieron otras dos personas: el Hijo y el Espíritu Santo. Muchos juristas musulmanes afirman que la creencia en la Trinidad hace politeístas y odiosamente idólatras a los cristianos.
Así que tenemos dos dioses muy diferentes frente a frente. En el mundo de uno ha nacido, tras muchos siglos de lenta evolución, una cultura aceleradamente liberal, abierta, rica y democrática; el otro sigue siendo primitivo, no hay manera de que se modernicen, ni el dios, ni el pensamiento espiritual de sus creyentes.
Sin necesidad de inspiración divina, Bush acierta al decir que los fanáticos de Alá pretenden establecer su poder desde España, sí, desde España, hasta Indonesia.
Pero como viene de Bush ese afirmación, los españoles se niegan a creer en tal voluntad inquebrantable.
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