Veamos a José María Aznar fríamente. Sin prejuicios a favor o en contra. Escuchemos su advertencia de que con el proyecto de Estatut catalán España está ante un cambio de régimen.
Con esa declaración el expresidente ha administrado un fuerte purgante, como el que los antiguos médicos le imponían a todos sus enfermos.
“Tome este aceite de ricino”, decía el médico, y a los pocos instantes el enfermo corría hacia el inodoro a velocidad de gato asustado.
El aceite de ricino, quizás por su acción psicosomática, curaba a veces al enfermo, que evitaba así una segunda dosis del desagradable brebaje.
Todo necesita purgarse, y la misma Tierra lo hace con regularidad: bajo el aspecto de Gaia se depurará algún día de las locuras humanas extinguiendo la vida animal.
Las elecciones son también una purga. Limpian el cuerpo político. Hay países que se aplican terribles pócimas de ricino. Azuzando viejos odios entre los distintos pueblos, sufren catarsis como las de los Balcanes, en la ex Yugoslavia.
Otro laxante es la simple insinuación de que puede producirse una guerra y que, además, será civil. El conseller de Comercio y Turismo catalán, Josep Huguet, advirtió bastante serio que se desencadenará una en Cataluña si el Estatut casi independentista no se aprueba: he aquí una sobredosis de aceite de ricino capaz de producir una terrible descompostura, y que ratifica lo que dijo Aznar desde la posición contraria.
También da ricino el Foro Ermua al pedir más Constitución y derecho español, y menos cambios estatutarios y poder nacionalista, porque el triunfo del proyecto nacionalista en Cataluña impulsará más aún el secesionismo del PNV y de Batasuna/ETA en Euskadi.
Quizás la alerta del Foro Ermua sirva para despertar a unos ciudadanos demasiado pasivos ahora, que deben reaccionar ante una purga masiva e inesperada.
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