Hace dos años que este cronista fue víctima de una persecución de la minoritaria pero poderosa rama hembrista del feminismo por advertir que hay mujeres que se entregan consciente y voluntariamente a hombres violentos aun intuyendo que pueden matarlas.
Es lo que le ha ocurrido esta semana a una abogada aragonesa, casada y madre de familia, que fue degollada por su amante y cliente al que consiguió reducirle los años de cárcel por haber asesinado a su mujer de once disparos de escopeta: con los permisos a los ocho años y la libertad vigilada conseguidos por ella había pasado solamente 13 años en prisión.
La persecución del cronista, que todavía continúa con mensajes amenazantes y presión sobre algunos medios informativos –uno de ellos dejó de publicarle--, comenzó tras una crónica sobre una profesora universitaria española de 40 años que había sido asesinada por su amante de 20.
Fue la primera muerte violenta de una mujer en 2017. Tras denunciarlo por malos tratos, igual que una novia anterior, la profesora había vuelto a convivir con aquel joven colombiano conocido en su barrio de Rivas, cerca de Madrid, por su conducta chulesca y agresiva.
El asesino es siempre el asesino, pero entre las mujeres asesinadas por hombres violentos, ¿cuántas lo son porque vuelven una y otra vez con esos tipos aun conociendo a qué extremos de agresividad pueden llegar?
Y más extraño aún: en ninguno de los dos casos narrados ahora necesitaban de ellos para sobrevivir.
Al implicar sólo al asesino, el feminismo más hembrista e influyente facilita la continuidad de esta cadena mortal. ¿Debemos creer que las mujeres, aparte de seres de luz, son irresponsables con mentes infantiles que necesitan una protección legal como la de los niños, teoría del superprogresista portavoz de Jueces y Juezas para la Democracia?
El feminismo debería proclamar que la mujer tiene que ser autorresponsable evitando machos violentos, por placenteros que sean, porque parecen serlo: el maltratador es más peligroso cuanto mejor amante es.
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Pero cómo no le van a perseguir, Molares, es que mire lo que dice usted:
" se entregan consciente y voluntariamente a hombres violentos aun intuyendo que pueden matarlas."
Eso de que intuyen es un invento suyo, se lo atribuye usted a las mujeres sin la menor base, salvo en este último caso, en donde ya había matado a otra y se podía razonablemente sospechar. Pero fuera de este caso, es una soberana tontería. Las mujeres, como los hombres, tienen derecho al sexo y necesidad de sexo, lo buscan y si lo encuentran intentan que no les falte. Pero ¿quién diablos va a suponer, o a deducir, o a intuir, que porque te guste disfrutar en la cama con un tío vas a tener peligro de muerte?
La culpa la tiene el asesino, y no le dé más vueltas, porque no las tiene. Vas al sexo porque lo necesitas como vas al panadero porque lo necesitas. Y nadie tiene por qué suponer que va a morir por ir a comprar pan, ni que va a morir porque va a follar con un maromo. Manda cojones qué tendrá que ver follar y matar. Y resulta que es que la mujer no supo ver el peligro. De veras, que manda huevos. Es un modo sibilino y morboso de distribuir responsabilidad y cargarla a la que no la tiene. Follar es una acción natural normal y no tiene que implicar un riesgo. Lo implica porque hay un cerdo asesino por medio, y punto. Lo demás es marear al perdiz y echarle un cable al asesino: "Pobre hombre, es que la tía no supo ver que tenías naturaleza de Doberman y no podías evitarlo, ya que eres un depredador".
Menuda jeta, afirmo yo.
Publicado por: Adela Marina | lunes, 21 enero 2019 en 01:38