Pedro Sánchez ha ordenado entregarle a Arabia Saudita las 400 bombas de precisión que la ministra de Defensa Margarita Robles rechazaba enviar por razones humanitarias, por lo que el primer ministro, tan sensible verbalmente al sufrimiento humano, adoptó el razonamiento de Donald Trump de que "las armas no matan, sino las personas que las emplean".
Tras la entrega de los artefactos y durante cinco años 6.000 empleados de Navantia y más del doble de trabajadores auxiliares construirán para Arabia cinco fragatas, barcos de guerra valorados en cerca de 1.900 millones de euros.
Una inversión que iba a perderse por la negativa de Robles a enviar las bombas, pagadas ya con 9,2 millones de euros.
La ministra parecía ignorar que lo que no venda la industria militar española –aunque esas bombas son estadounidenses y excedentarias en el Ejército— lo hará cualquier otro país con industria militar.
Empezando por Francia, que esperaba excitada que Robles perdiera las corbetas como represalia árabe a su idea de que son las bombas y no las personas las que matan, contraria a la de Trump y a la del converso Sánchez.
Gracias a la defensa, la aeronáutica y el espacio las industrias militares y afines españolas crecieron en 2017 un 4,5% al facturar 11.180 millones de euros, un 0,9% del PIB y un 5,9% al PIB industrial, tras alimentar directa e indirectamente a cerca de 100.000 personas y sus familias.
Además, invirtió en I+D el 9,9% y creció un 8,4% más que el resto de la economía.
Una quijada de burro no mató a Abel, fue Caín, dicen los vendedores de armas, lo que atenúa los remordimientos de Pedro Sánchez, que entregando las bombas rectifica sus encendidas promesas pacifistas de antes saltar al Gobierno.
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