En estos tiempos de posverdades y falsedades (fakes), aunque creíbles dichas por alguien importante, la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo acaba de asegurar que el mayor problema español es la violencia de género, estimulada por el PP, Ciudadanos e incluso Podemos.
Justificaba así que el PSOE anuncie que invertirá 200 millones en propaganda preventiva para que los violentos españoles no le peguen ni maten a sus parejas.
La vicepresidenta, que también es titular de Igualdad, ejerció durante cuatro años como ministra en los casi ocho de Zapatero, cuando se produjeron 535 asesinatos por violencia machista, una media de 66,8 anuales.
En los seis de Rajoy la cifra fue de 313, con una media de 52,1 anuales, uno de los menores porcentajes del mundo con respecto a la población.
Reducción debida no a Rajoy sino a una tendencia general a un menor número de crímenes, y ello a pesar de que casi la mitad de los sexistas es obra de extranjeros, que son el 12 por ciento de la población.
El posfeminismo dominante une ahora reclamaciones laborales a los malos tratos y presenta al hombre como explotador, agresor y asesino: machacona acusación de una propaganda sin matices pagada por el Estado, incluso bajo gobiernos del PP.
El problema real y oculto de los españoles es el suicidio, como indican las últimas cifras el Instituto Nacional de Estadística (INE), que corresponden a 2016.
Se quitaron la vida 3.569 personas, de las que 2.662 fueron hombres y 907 mujeres. Por cada mujer que se suicidó lo hicieron casi cuatro varones, pero nunca se habla del por qué.
El suicidio multiplicó por 3,07 el número de muertos en carretera y por 12,13 los 294 asesinatos y homicidios, número que restando las 49 mujeres víctimas de sus parejas fue fue cinco veces mayor que la violencia machista.
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