En los cortos trayectos que van desde los juzgados hasta los vehículos policiales que se llevan a un delincuente es cada día más común ver masas de ciudadanos indignados que tratan de abalanzarse sobre la persona detenida para vengar a la víctima.
Manadas justicieras. Justicia popular. En los dos bandos de la guerra civil española este biotipo fue el que gozaba “paseando” a quienes decidía que eran sus enemigos, a los que debía ejecutar.
Para que la pasional ira popular despertara la maldad que todos llevamos dentro, aunque unos más que otros, eran necesarios discursos y publicaciones con el cultivo incendiario de los motivos para la rabia y el odio.
Exigían abandonar los códigos legales, y así esas masas justicieras sentían tener todas las razones a su favor para fusilar al delincuente.
Como ejemplo valga el caso del bofetón de un empresario a un obrero por celos de una guapa secretaria y que este respondiera abofeteando al empresario: aquello provocó 19 muertos del matonismo empresarial y obrero --12 a 7-- en un solo día de noviembre de 1936 en Barcelona.
Los incendiarios medios de comunicación lo habían interpretado como lucha de clases, como el marxismo cultural tiende a generalizar ahora en los hombres a aquél empresario y a las mujeres en el obrero.
Se repite en las manifestaciones contra la libertad vigilada bajo fianza tras el último auto de “La Manada”, elaborado por una magistrada y un magistrado, aunque con la discrepancia del presidente del tribunal.
Muchos medios de comunicación, siguiendo la incendiaria televisión La Sexta, calientan las cabezas más vehementes y alimentan el odio con informaciones centradas en esa ira popular retroalimentada con más declaraciones de ira popular, levadura que hace crecer los estercoleros que generan gases venenosos y explosivos.
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OTRAS COSAS. LOS IDIOMAS QUE HABLAN LOS PARTICIPANTES EN LA COPA DEL MUNDO DE FÚTBOL
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