Cuando un grupo político autoproclamado progresista crea una nueva exigencia, como que para la construcción de carreteras se haga con estudios de impacto en las “políticas de género”, se podría creer que sus dirigentes son unos excéntricos de mentes ociosas que desean gastar una broma.
Pero ya ha pasado con el estudio de género de la autovía de circunvalación de Madrid, la M-30, una parte en superficie y una red de túneles de 43 kilómetros inaugurados hace una década, por el que pagó hace poco 52.000 euros el Ayuntamiento de Podemos y sus aliados, con apoyo del PSOE.
El estudio, de una empresa de feministas podemitas, concluyó que se debía mejorar la iluminación y ampliar los transportes públicos porque las mujeres los usan más que los hombres: demandas que sirven por igual para ambos sexos y todas las edades.
Pero así nació una excentricidad más para crear una industria victimista de la que cobrar unos “estudios” que ahora Podemos quiere ampliar a todas las obras públicas españolas: una especie invasora de gastos inútiles que amenaza con extenderse como una metástasis o un parásito que termina comiéndose al portador.
Hasta ahora se estudiaba el impacto medioambiental que cambió muchas maneras de elegir los lugares y las características de las vías y de los edificios, donde todos tenemos iguales necesidades, seamos niños, jóvenes o ancianos, sanos o discapacitados de cualquier sexo.
Porque las mujeres, en todo caso, sólo tienen problemas específicos, según el ayuntamiento de París, con sus tacones altos en calles adoquinadas. Pero para evitarlas no son necesarios estudios feministas, sino cambiar de calzado.
Ahora Podemos va más lejos en su excentricidad: además de estudios para cualquier obra pública basados en la perspectiva de género, añade que deben aprobarse también otros con el impacto con perspectiva del colectivo LGTBI (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, intersexuales).
Un asunto trascendental para las oenegés LGTBI que exigirán subvenciones para sus estudios de impacto sobre lo que a cualquiera se le ocurra, cuando deberían rebelarse contra esta iniciativa que los sitúa como a los discapacitados que requieren accesos y atenciones especiales.
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Por ejemplo, puertas de 3 metros de alto y 50 centimetros de ancho para que drag-queen puedan pasar sin problemas, aunque fastidien a los gordos. Además, sería beneficioso para los que gustan de andar con zancos.
Oh, cielos, tendrán que ser puertas de 3x1m... también hay señoras gordas, lo había olvidado.
Oh, vaya... no se dice gordas, se dice "sin complejos y que se gustan". :-) :-)
Publicado por: jam, bcn | viernes, 02 marzo 2018 en 17:47