Hace catorce meses y medio un periódico prescindió de la colaboración de este cronista por una crónica en las páginas de opinión sobre el primer asesinato machista de 2017.
Lo había sufrido una mujer, profesora universitaria de 42 años, a manos de su amante de 18, un “malote” colombiano con orden de alejamiento y con el que había vuelto a convivir tras haber sido denunciado por ella, igual que por otra novia anterior.
El cronista no la culpó de su muerte, sino que solo recordó que toda mujer debe ser muy cauta con la gente que mete en su casa, donde puede maltratarla sin testigos.
Feministas y feministos –no sólo las podemitas pueden crear fáciles palabros-- en muchos diarios y en las redes sociales se lanzaron contra el cronista, y hasta un Colegio regional de Periodistas controlado por nacionalistas e ultraizquierdistas exigió, si no su quema en una pira, su destrucción personal y profesional.
El caso del niño Gabriel Cruz le recuerda al cronista el de aquella profesora, con cambio de papeles porque su presunta asesina, Ana Julia Quezada, lo fue también por una imprudencia del padre del niño, con todo respeto por el dolor de Ángel Cruz.
Ángel metió en su casa a Quezada. haciendo convivir a su hijo durante más de un año con ella, mujer de sórdido historial que Ángel tenía que haber conocido.
No se trata de hacer hincapié en que sea mujer, inmigrante dominicana o negra, como hacen los racistas, sino de su historial en clubs de alterne, de la sospechosa muerte de una hija de cuatro años “caída” como si la hubieran arrojado a tres metros de distancia de una ventana, y las historias de sus amantes anteriores a los que expoliaba y sobre los que era fácil informarse.
Vuelvan ahora nuevamente feministas y feministos contra el cronista, pero esta advertencia puede serle útil a otros candidatos/candidatas a sufrir terribles tragedias así: cuídate de las malas compañías, como le habrían recomendado sus padres al niño asesinado si hubiera llegado a tener pocos años más
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Tiene usted un poco de mala memoria según le conviene. La gran diferencia entre ambos casos es que en el actual ni se le ha ocurrido acusar de asesino al padre por emparejarse con Ana Julia. No. Usted deja bien claro que la asesina es esta última.
En el caso de la profesora usted venía a acusarla a ella de su propia desgracia por la dependencia de la relaciones sexuales que le proporcionaba su asesino. Ponga usted el enlace a aquel desventurado y erróneo artículo suyo. Atrévase. Quedará claro que la acusa a ella tanto o más que a su asesino. Menuda diferencia con el caso actual.
Y es que claro, ahora el padre es hombre y se pueden entender sus necesidades sexuales. En el caso anterior era una mujer, y su necesidad considerada viciosa la conducía a la muerte.
Menudo nivel. Doble rasero patente hasta para los más cortos de vista.
Publicado por: Felisa Salgado | miércoles, 14 marzo 2018 en 17:12