Ante la Comandancia de la Guardia Civil de Almería se desarrolló al atardecer de este domingo la escalofriante escena de una masa se seres humanos cargada de ira justiciera y transformada en jauría humana.
Pedía a gritos que le entregaran a Ana Julia Quezada, la presunta autora del asesinato y ocultación del cadáver durante doce días del niño Javier Cruz, de ocho años, hijo de su novio y de su exesposa, Patricia Ramírez.
Ese suceso fue toda una lección sobre a dónde pueden llegar las mentes incendiadas por la emotividad vengativa, aunque embridada por la justicia reglada con leyes.
Pese esa contención, especialmente por la democracia, miles de personas volvieron a los tiempos bárbaros al pedir linchar a esa mujer, o la pena de muerte, aunque con ella delante muchas serían incapaces de llegar tan lejos.
Una minoría, sí mataría: como los asesinos de retaguardia en los dos bandos durante la guerra civil española.
La madre del niño asesinado, sin embargo, apareció como una gran mujer: este lunes llamó a la tranquilidad y pidió por todos los medios que se reduzca la pasión vengadora.
Estimulado por algunos medios informativos y redes sociales, todo suceso luctuoso puede resultar un arma para quien sepa manejarla.
Las masas, aleccionadas virulentamente por causas políticas, sociales, económicas, hasta deportivas, pueden pasar del pacifismo al belicismo en poco tiempo; como los yihadistas.
Parte de la España actual está en situación cercana al estallido por cualquier motivo: véanse agitaciones como el reciente movimiento de mujeres calificado de feminista.
Ocurrió en el quinto mejor país del mundo para ser mujer, tras Islandia, Noruega, Suiza y Eslovenia: las manifestantes, incluso musulmanas con velo --valen la mitad del hombre--, acusaban a España de ser la nación más machista del planeta.
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OTRAS COSAS
"aunque con ella delante muchas serían incapaces de llegar tan lejos".
No lo ha entendido usted, Molares. Claro que lo harían. De hecho, la tenían delante cuando lo intentaron, y la guardia civil tuvo que pararlos a base de fuerza y llaves gimnásticas. La gente tiene agresividad, eso va primero. Y está a la espera de encontrar alguien en que desahogarla, eso viene después.
No vamos a insistir en lo odiosa que resulta la mujer-autora, en la agresividad que ha generado. Pero ¿quién sabe qué cosa rara o demoníaca pudo pasar por su sesera para llevar a cabo esa salvajada? ¿Quién puede asegurar con certeza cien por cien que su propia cabeza no puede estar sujeta a la misma asquerosa compulsión algún día, bajo determinadas circunstancias? Quizás la misma dueña de la cabeza rizada lo hubiese dado por imposible un mes atrás. Más vale no darle vueltas, para no enloquecer, y mantenerse dentro de la raya de la prudencia.
Por cierto, vaya palo para las santificadoras oficiales de "la mujer", según el discurso de estos recientes días.
Publicado por: On a beam-tree | martes, 13 marzo 2018 en 17:14