Casi todos los medios informativos y las redes sociales españolas reaccionaron indignados esta semana ante el artículo satírico “How to be Spanish”, cómo ser español, firmado por el redactor viajero Chris Haslam del “The Sunday Times”, subsidiario dominical de “The Times”, que tira casi un millón de ejemplares, el doble que el diario de lunes a sábado.
Haslam acumula tópicos con intención jocosa que empiezan con un desayuno de sobrasada y sigue con los abrazos y los gritos entre multitud de tacos en los bares, donde todo se arroja al suelo menos la vajilla, y otros detalles pintorescos y exagerados para hacer sonreír a los lectores con menos acritud que cualquier comparsa de Cádiz.
Era mucho más cruel el programa de la televisión vasca “Vaya semanita”, que en la pasada década se reía de los españoles, empezando por los vascos, y especialmente de los batasunos cuando aún existía ETA.
La copia catalana de ese programa en TV3, Polonia, no es humor: es un mal espumarajo de mala baba.
Pero hemos entrado en tiempo de los malos humores. Decenas de colectivos que toman como agresión cualquier alusión satírica a un pueblo, al feminismo radical, ciertas etnias, a un club de fútbol o a la torpeza de un amado líder.
Por ese motivo siempre aparecen nacionalistas o sectarios ideológicos escandalizados, censores cargados del mal humor, antes inquisidores, ahora fanáticos seguidores de lo políticamente correcto importado de las universidades de EE.UU.
Los orgullosos españoles históricamente fueron poco tolerantes con el humor ajeno; casi nunca supieron reírse de sí mismos, como el propio Haslam, a lo que se une ahora una dignidad herida que les ha animado a responder a las perennes humillaciones promovidas por los separatistas.
Los españoles parecen no tolerar ni una broma sobre sus defectos. Y no saben ver la creación de Tabarnia como una muestra del humorístico sentido común catalán.
Por eso, ahora que ETA no actúa, sería imposible reproducir el éxito de “Vaya Semanita”.
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Las alusiones satíricas están bien, algo menos para los aludidos, pero siempre y cuando los tópicos no sean exageraciones alejadas de la realidad, y menos si se evacúan en un periódico serio.
La caricatura-cliché que muestra Haslam de los españoles, sin llegar al Barrow de la Biblia viejuna, no se corresponde con el perfil urbano medio español actual.
Aunque no se puede generalizar, es cierto que hay gente poco puntual, gente que habla muy alto y cuela algún taco en medio de la conversación entre amigos y gente que tira el suelo la envoltura del azucarillo.
También es cierto que somos expresivos, afectivos, comunicativos, y que la buena educación va por barrios.
Pero se diría que el tal Haslam ha llevado el survey a tascas de barrio marginal entre gente poco correcta, porque en la vida cotidiana, los españoles son educados, dan las gracias, piden por favor, no arman bulla ni comen sobrasada en el desayuno, ni se pasan dos o tres horas a la mesa seguidas de la consiguiente siesta, porque hay que trabajar, ni todos ven tele-basura...
Lo cual quiere decir que el tal Haslam o bien toca de oreja o bien el cliché se le ha velado y distorsionado. Debería dedicarse a la sección de deportes, que exige menos imaginación.
La distorsión de la realidad en su "retrato humorístico" ha atraido a Haslam la cólera de las redes sociales, así que ha cerrado su cuenta en Twitter y se ha evaporado hasta que escampe.
No se puede hacer extensiva esta gansada a todos los británicos, que en general, nos aprecian e incluso sueñan con jubilarse entre nosotros.
Pero cumple recordar al tal Haslam que además de su proverbial piratería, cochambrosas moquetas pobladas de ácaros, parca afectividad, escasa higiene personal, pésima cocina y estrafalaria vestimenta, están las fotos-testimonio de su garrulería vacacional. Que le aprovechen!
Publicado por: MIRANDA | domingo, 04 febrero 2018 en 17:44