El odio de los independentistas a la democracia española quedó sublimado en el ya famoso tuit de la separatista Rosa María Miras Puigpinós dirigido a la líder catalana de Ciudadanos Inés Arrimadas en el que entre groseros insultos deseaba someterla a una violación colectiva.
En otro tuit venenoso esta empleada en la delegación catalana de la empresa madrileña Tinsa ultrajaba a los políticos no independentistas con igual odio a los derechos humanos y a las tendencias sexuales, y aunque los políticos de distintas ideologías le afearon los mensajes, en los medios catalanes recibió, como patriota, innumerables apoyos.
“Mejor que además le destrocen la cara a esa niña bonita y franquista”, decía en las redes sociales otra nacionalista, quizás tan poco atractiva como Miras, que nació después de morir Franco, durante la admirable Transición.
Ese odio tan generalizado y ese deseo de la violación masiva es el que practica el Califato de DAESH, y que emparenta el independentismo con el yihadismo.
Para estos fanáticos el no nacionalista es el infiel, el apóstata, el enemigo de Alá, que rechaza la religión verdadera, la única patria catalana.
Observando al totalitarismo del Parlamento barcelonés descubrimos que está más cerca de un sectario régimen islamista que una democracia.
Gente mediocre y amargada que acusa al resto de España de sucio país franquista mientras come en su pesebre cerrado y maloliente moral y físico: Anna Gabriel y Puigdemont, pelo grasiento, casposo, uñas negras, oliéndose los sobacos.
La definición de España como “franquista” que usan independentistas y ultraizquierda –como un diputada de Podemos, el verdadero Podemos, retirando banderas españolas en el Parlamento catalán—choca enormemente con la realidad.
Enorgullézcase usted: España es una de las únicas 19 democracias plenas del mundo, por delante de la estadounidense, francesa, italiana o japonesa, por ejemplo, como verá si consulta en Google “Índice de democracia”, la clasificación elaborada por la prestigiosa Unidad de Inteligencia de The Economist.
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D.Manuel, algo parecido dijerons, durante la Guerra Incivil, las izquierdistas Federica Montseny (anarquista), Dolores Ibarruri (comunista) y Margarita Nelken (socialista): usar la violación como arma para desmoralizar al enemigo.
El calendario va avanzando: ya estamos en 1934.
Publicado por: jam, bcn | viernes, 08 septiembre 2017 en 16:03