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viernes, 22 septiembre 2017

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Hoy todo el mundo sabe que no es superior a nadie por raza, ni por nacimiento, ni por religión, ni por lengua, ni por nacionalidad, ni por inclinación sexual, ni por sexo masculino ni femenino. Ya se han ido encargando los científicos de desmitificar las superioridades y los bostonianismos.

Pero si hay algo en lo que todavía se puede ser superior es en el nivel de civilización y cultura, en la comunicación y el diálogo. Los catalanes son un viejo pueblo de comerciantes negociadores, calmados, tolerantes, irónicos y pacientes. Han visto mucho mundo durante muchos siglos y saben relativizar y contemporizar. Frente a ellos tienen un residuo histórico represor y violento, una especie de saldo ancestral absolutamente incivilizado que no entiende más que el lenguaje de la obediencia, la porra y la represión. El charnego, ya sea extremeño, chino o magrebí, capta todo esto a la primera, lo olfatea porque sabe dónde está lo que le conviene. Nunca se va a alinear contra los civilizados. Siempre estará contra los represores. Podrá ser inculto, atrasado, pobre, podrá no saber hablar la lengua del país, pero discierne a la perfección que entre los aborígenes vandálicos y cerriles del "toro de la Vega" y los comerciantes catalanes, sean de 8 apellidos o recién llegados de África, los BOSTONIANOS, los decentes y respetables son estos últimos. Esta es una batalla que tienen perdida las huestes represoras del gobierno ultra y corrupto de Mariano Rajoy.

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