Thomas Sowell, el polígrafo estadounidense portentoso por sus saberes y conclusiones en todas las áreas del conocimiento, contó en una de sus clases en Stanford el caso de un limpiabotas que lo despreciaba por ser él de Boston, mientras que el sabio era un patán por haber nacido en Carolina del Norte.
Este profesor e investigador recién jubilado a sus 87 años, autor de 52 libros canónicos sobre economía, historia, filosofía, política, antropología o sociología, es negro, igual que el clasista limpiabotas que lo juzgaba inferior.
Porque casi todo bostoniano cree tener una pátina aristocrática kennediana, de Harvard, y quien va llegando de otras partes del país a la capital de Massachusetts, aunque sea de clase baja, se impregna de esa superioridad que le hace menospreciar a primera vista a sabios como Sowell.
Algo así explicaría lo ocurrido con muchos charnegos en Cataluña. Llegados de zonas pobres de España, una vez dentro de la rica región donde les daban trabajo, muchos se sintieron como el limpiabotas bostoniano; por eso aparecen personajes como Gabriel Rufian, charnego que cree en su superioridad, incluso sobre los Sowell españoles.
Hace años se creía que los hijos de los inmigrantes de otras regiones serían la reserva de la españolidad en Cataluña, lo que milagrosamente es parcialmente cierto. Muchos lo son.
Pero quizás más, incluyendo los sindicalistas de UGT y CCOO, se dejaron abducir por el privilegio de acercarse a las élites separatistas, que los adoctrinaron y convencieron de que son superiores, más trabajadores, ricos, guapos e inteligentes que los españoles, que son sus negros.
El relato supremacista le cuenta a los charnegos que catalanizándose han blanqueado, que ya son bostonianos catalanes, mientras que en del resto de España van ennegreciendo y deben segregarlos para no contagiarse.
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INDEPENDENTISTAS HEROICOS
Hoy todo el mundo sabe que no es superior a nadie por raza, ni por nacimiento, ni por religión, ni por lengua, ni por nacionalidad, ni por inclinación sexual, ni por sexo masculino ni femenino. Ya se han ido encargando los científicos de desmitificar las superioridades y los bostonianismos.
Pero si hay algo en lo que todavía se puede ser superior es en el nivel de civilización y cultura, en la comunicación y el diálogo. Los catalanes son un viejo pueblo de comerciantes negociadores, calmados, tolerantes, irónicos y pacientes. Han visto mucho mundo durante muchos siglos y saben relativizar y contemporizar. Frente a ellos tienen un residuo histórico represor y violento, una especie de saldo ancestral absolutamente incivilizado que no entiende más que el lenguaje de la obediencia, la porra y la represión. El charnego, ya sea extremeño, chino o magrebí, capta todo esto a la primera, lo olfatea porque sabe dónde está lo que le conviene. Nunca se va a alinear contra los civilizados. Siempre estará contra los represores. Podrá ser inculto, atrasado, pobre, podrá no saber hablar la lengua del país, pero discierne a la perfección que entre los aborígenes vandálicos y cerriles del "toro de la Vega" y los comerciantes catalanes, sean de 8 apellidos o recién llegados de África, los BOSTONIANOS, los decentes y respetables son estos últimos. Esta es una batalla que tienen perdida las huestes represoras del gobierno ultra y corrupto de Mariano Rajoy.
Publicado por: Justo Cadagua | viernes, 22 septiembre 2017 en 18:17