Hace 39 años, casi con la Constitución española, nacía en Inglaterra una “niña probeta” fruto de una primera inseminación “in vitro” que llevó a otros avances, el último, el de los vientres de alquiler, también llamados de gestación subrogada.
En síntesis, se fecunda el óvulo de una mujer previamente seleccionada con el esperma de un hombre que no es su pareja sexual. Ella aporta su propio óvulo o se le implanta uno ajeno fecundado con semen del varón que quiere ser padre y da a luz un niño o niña; ya puede elegirse el sexo.
La portadora suele cobrar una sustanciosa cantidad gestionada por empresas que manejan esta industria, españolas, ucranianas o estadounidenses, por ejemplo, que anuncian orgullosamente sus “embriones caucásicos”.
El negocio, que no está legalmente regulado en España, es consecuencia del deseo de tener hijos de algunas parejas a las que les es imposible concebirlos, tanto si son heterosexuales, como en número creciente, de hombres homosexuales.
Tras la regulación del matrimonio homosexual, que estas parejas quisieran tener hijos era sólo cosa de tiempo, ciencia y dinero: un bebé así, fecundado por alguno de los dos maridos, cuesta ahora 50.000 euros en Ucrania y 120.000 en EE.UU.
La Iglesia católica, el Parlamento Europeo, el feminismo, parte del PSOE y Podemos rechazan esta práctica que “convierte a la mujer en un objeto monetario”.
Ciudadanos la apoya, y en sus reuniones expositivas lleva parejas heterosexuales y homosexuales para que expliquen su feliz experiencia.
El PP está dividido. El defensor de estas nuevas familias es uno de sus más altos dirigentes, Javier Maroto, declarado homosexual.
Los populares acaban de aplazar en su XVIII Congreso la propuesta de Maroto de regular la gestación subrogada, pero no la rechazaron, pese a haberse redefinido ahora como un partido “humanista cristiano”.
Si el matrimonio homosexual fue obra de Zapatero, sus hijos, quizás, resulten de Rajoy.
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Nota. En la redacción inicial no apunté que quienes desean los vientres de alquiler o gestación subrogada fecundarían los embriones con esperma del varón que desea ser padre. Lo he matizado porque creo que no había quedado claro.
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Los eufemismos enmascaran hipócrita y cobardemente la realidad de los hechos a una sociedad inmadura que no quiere ni calentarse la cabeza ni ser etiquetada de retrógrada.
Por lo mismo que "interrumpir el embarazo" suena mejor que "arrancarse el hijo y echarlo a la basura", lo de "subrogar la maternidad" resulta más digerible para los políticos que quieren aprobar esa ley para parecer más progres sin que la clientela les pase factura, o para las parejas homo que quieren descendencia.
Mucho más asumible que hablar de "alquilar el vientre de una mujer pobre" por parte de parejas con medios, mayormente parejas homo, lo que a su vez moviliza un rentable negocio para agencias e intermediarios dedicados a esta modalidad de "tráfico de seres humanos".
Lo más surrealista es que las feministas y feministos, tan preocupados de boquilla por evitar todo menosprecio de la dignidad femenina, son los primeros en apoyar esta forma superlativa de COSIFICACIÓN de las criaturas , TRATA de personas y EXPLOTACIÓN de la mujer, convertida por obra y gracia del dinero, en mera incubadora viviente, o contenedor ocasional de hijos ajenos, pero despojada de toda dignidad.
La verdad nunca debe ofender a gente adulta y con dos dedos de frente. Solo los hipócritas, los inmaduros ,los acomplejados y los políticos tramposos necesitan disfrazarla con cuentos de la buena pipa.
Llamemos a cada cosa por su nombre. Empecemos pues a hablar sin gazmoñerías de "arrancarse el hijo", "dar matarile al viejo o enfermo estorbosos" o "alquilar un útero de pobre", para que los homos básicamente, puedan encontrar sus sueños de paternidad.
Y si la realidad es demasiado dura, repugnante o cruel....revisemos esas leyes inhumanas incluso a costa de un puñado de votos.
Publicado por: MIRANDA | lunes, 13 febrero 2017 en 17:17