La Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) denuncia con gran seguimiento de los medios informativos que en España mueren anualmente siete mil personas sobre todo de frío por la “pobreza energética” que sufren.
Pero nadie comprueba la veracidad del dato: pese a la crisis, este no es un país del tercer mundo y tiene mil métodos para ayudar a los más desfavorecidos.
Los partidos de la ultraizquierda presentan ese número como verdad absoluta, denuncian que media España muere de frío por esa “pobreza energética”, y aprovechan cualquier accidente para hacer propaganda, como el de la anciana de Tarragona, asfixiada en un incendio porque su nieta se quedaba con su pensión y la alumbraba con velas en lugar de pagar la luz.
Se llega más lejos: una dirigente de la nueva política española, Carolina Bescansa, exige ahora que la Constitución consagre el derecho a “que nadie pase frío ni calor”.
Lo que obligaría a poner por cuenta de los contribuyentes en los 25,5 millones de viviendas que hay en España máquinas aire acondicionado “inverter”, calor en invierno y frío en verano, con gran alegría para los fabricantes japoneses y coreanos, que deberían darle a Podemos multimillonarias comisiones por la idea, mucho más sustanciosas que las de Venezuela o Irán.
Tras la anciana tarraconense nada se sabe de los 6.999 muertos restantes: la ACA, vista su web, resulta una oenegé de ambientalistas apocalípticos, modelo Podemos.
Lo curioso: la que la derecha del PP le concede ayudas por corrección política y el acomplejado PSOE no le recuerda que durante sus mandatos resolvió múltiples problemas del pasado pobre del país.
Pero hay algo empírico además que niega esas muertes –quizás la ACA sume en sus cuentas a los 3.910 suicidas registrados en 2014--, y es que el calor es muy barato y está al alcance de todos, incluidos los más menesterosos.
Una estufa de butano para toda la vida cuesta sesenta euros, y una botella 12,50, que además llevan a casa y puede caldear un hogar quince días.
Es decir, cuenta tanto como como seis u ocho cafés y de tres a cinco paquetes de tabaco: muchos españoles lo saben porque se calientan así; además, quien muere en la calle es porque rechazó antes los albergues públicos.
¿Conoce usted a alguien que no pueda pagar por si mismo esa botella de butano o unos 25 euros mensuales de electricidad? Por demás, las ayudas sociales llegan ahora con comida y numerosos medios incluido el calor a los más lejanos poblados chabolistas de gitanos rumanos.
Y eso sin contar con que el mayor dilapidador del dinero, sobre todo en el juego o en alcohol, la prostitución o las drogas, sabe que presentándose en cualquier oenegé religiosa --las otras, no-- recibirá comida y dinero para la energía.
Demagogia, no. Basta. Abandonemos la credulidad que fabrica necios como los que enriquecieron a los padres estafadores de esa niña catalana enferma llamada Nadia Nerea, y que recuerdan muchísimo a Pablo Manuel Iglesias Turrión y a su corte de aprovechados.
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Cuando Cáritas y las propias evaluaciones gubernamentales certifican la pobreza energética en las proporciones que se citan, sólo desde el intento de intoxicar se puede ser negacionista.
Por barata que sea la bombona de butano, hay muchas familias que no han tenido en la vida la suerte del escéptico e insolidario bloguero, y no tienen posiilidades de adquirir calefacción, salvo quizás privándose de comida, o de techo. La bombona no lo es todo; es sólo un capítulo de gastos que se suma a todos los demás. Y la crisis (o estafa) del capitalismo ha hecho que mucha gente no pueda afrontarla, mientras los bancos son rescatados.
Solo los más toscos entienden por "pobreza energética" quedarse petrificado como un témpano o sufrir congelaciones en los dedos de pies y manos. También lo es es caer enfermo por causa del frío con enfermedades del aparato respiratorio, bronquitis, neumonías, o del circulatorio. Hay muchos miles, muchos más de siete mil, enfermos respiratorio por causa del frío que pasan. De ellos, muchos son niños, condenados a toda una vida de bronquitis crónicas, neumonías recidivantes o procesos asmáticos. Y las empresas que cortan la luz tuvieron en 2015 cinco mil millones de euros de beneficio. Los ciudadanos, con sus impuestos, les pagan a escote sus carreteras, sus puertos de mar para descargar el gasóleo, sus aeropuertos, sus sistema policial y judicial. El caso clama al cielo.
Publicado por: Méndez Gaya | sábado, 10 diciembre 2016 en 21:44