Posiblemente la mejor campaña publicitaria navideña en muchos años sea la actual de la empresa de embutidos Campofrío en la que aparecen personas reales con ideas opuestas u hostiles que gracias al amor y a la tolerancia han formado familias felices.
Fascistas y rojos, taurinos y antitaurinos o carnívoros y veganos y otras ideologías enfrentadas son capaces de crear sentimientos superiores a los credos; después, la habilidad publicitaria, todos unidos en paz y amor, disfrutan mientras comen los productos de la marca.
Esta campaña podría haber inspirado la parte del discurso de Felipe VI en la que pedía olvidar los enfrentamientos del pasado.
Lo que indignó a una asociación de la memoria histórica que busca abuelos fusilados en cunetas, aunque algunos de sus dirigentes tienen olvidados a sus padres en residencias y asilos. Hay nombres.
La España actual es como las familias de esa marca de embutidos, las de las dos Españas mal llamadas progresista y reaccionaria, mezcladas tres o cuatro generaciones después de la guerra civil.
José Luis Rodríguez Zapatero le hizo un daño infinito a los españoles con su ley de memoria histórica, cuando resucitó en algunos supuestos perdedores odios que tras la Transición habían quedado atrás.
Para evitar reticencias: este cronista desciende de represaliados. Como él, millones de españoles no son odiantes ni revanchistas; donde vivió su infancia casi todas las familias tienen antepasados de ambos bandos.
Pero Zapatero eligió la confrontación: su padre, hijo de un fusilado por Franco se casó con la hija de un notable franquista y de ahí salió él, que debería haber estado en el anuncio como amalgama de vencedores y vencidos.
Ahora viene una empresa a recordarnos la verdad de este país con sus jamones y chorizos, que adquieren una función amistosa, pacificadora, mientras la presidenta de los embotelladores europeos de Coca-Cola, la catalana Sol Daurella, se ha unido a la plataforma independentista de la Generalidad que sólo puede traer enfrentamiento, incluso guerras, porque los nacionalismos ciegos acaban siempre así.
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No saque las cosas de contexto, por favor, ni ponga antes el carro que los bueyes. Zapatero no sacó por gusto su ley de memoria histórica, sino porque había miles de españoles presionándole para que lo hiciera, y eso no es revanchismo, es justicia, es dar sepultura a los muertos y rehabilitar el buen nombre de los ejecutados y juzgados que quedaron infamados por delitos falsos, inventados o exagerados. ¿O es que no ha oído hablar de la querella argentina, que empezó mucho antes de Zapatero, y que aún sigue?
Y los nacionalismos, con o sin Sol Daurella, sólo traen enfrentamientos cuando Gobiernos fascistas autoritarios se niegan a escuchar las demandas mayoritarias de los ciudadanos. Atíendanse las reivindicaciones masivas de los ciudadanos, y verá qué pocos enfrentamientos se dan.
Publicado por: Morton Daves | viernes, 30 diciembre 2016 en 19:58