Las carantoñas que Donald Trump y Vladimir Putin se hacen desde hace dos años, cuando el futuro presidente estadounidense anunció que se presentaría para el cargo, parecen ser el principio de un cambio de tendencia en la geopolítica mundial.
Rusia podría dejar de ser el enemigo principal de EE.UU., que le pediría a la UE y la OTAN no aislarla con nuevas adhesiones de su cinturón europeo, como hasta ahora.
Por lo que deberán permitirle mantener su influencia sobre algunos satélites o países de la desaparecida URSS, como Bulgaria, que ingresó en la Unión en 2007, y Ucrania, levantándole las sanciones impuestas por invadir Crimea.
Esa parece ser la estrategia de Trump, que rompe con la hostilidad mutua nacida tras la II Guerra Mundial entre la exURSS y las democracias occidentales.
Pero hay otro cambio fundamental basado en la hostilidad de Trump hacia el islam, y su promesa, viable o no, de impedir la entrada de inmigrantes musulmanes en EE.UU: su admiración expresa por Israel y los judíos.
Incluso dice que “estoy muy orgulloso” de que la vicepresidenta ejecutiva de sus empresas, su hija Ivanka, sea judía conversa y sionista, y que como tal eduque a sus tres hijos.
La política estadounidense en Oriente cercano, pues, puede cambiar radicalmente a favor de Israel, contando que, con su aislacionismo y el “fracking” Trump no precisa petróleo árabe.
Además, su poderoso jefe de estrategia y consejero principal, Steve Bannon, editor del periódico Breitbart, acusado por la prensa progresista de antisemita, es todo lo contrario.
Es projuidío y proisraelí, afirman los famosos activistas judíos estadounidenses Pamela Geller, Robert Spencer y el influyente exizquierdista David Horowitz, creador del Front Page Magazine.
Atentos a las relaciones de Trump con Putin e Israel: seguramente vienen grandes cambios.
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Lo que está claro es que Trump no puede ser más pro-israelí que los Clinton, que prácticamente se "inventaron" el enfrentamiento (no la diferencia) actual entre sunníes y chiíes para debilitar al mundo árabe y fortalecer el estado sionista. Como mucho, será igual. Pero probablemente sea menos pro-israelí porque es amigo de Putin y de Rusia, que a su vez es fuerte aliada de Irán. Irán es considerado por los sionistas su mayor enemigo. Y además Trump ha dicho cien veces que ya vale de gastar dinero en apoyo a otros países a cambio de nada, sin cobrar un duro. Si no miente, cosa que no sabemos, se implicará menos en el apoyo a los judíos.
O sea que sí, que las cosas van a cambiar, pero no se sabe bien en qué dirección.
Publicado por: Juande | jueves, 17 noviembre 2016 en 18:51