Pedro Sánchez parece un submarino del PP o de Podemos: nadie destruiría mejor al PSOE que él.
Con su lenguaje belicoso y rupturista sobre los “bandos” del PSOE, dice que consultará a las bases su postura sobre la abstención o la negativa a aceptar una nueva investidura de Mariano Rajoy.
Le había prometido a Felipe González abstenerse por sentido de Estado, sabiendo que no podía formar gobierno con 85 diputados sin apoyo de Ciudadanos, incompatible con sus aliados previsibles, Podemos y los independentistas.
Pero incumplió su palabra, y el patriarca refundador del actual PSOE denunció el engaño.
Sánchez negaba que intentara formar ese gobierno imposible para desviar la atención de sus últimos e históricos fracasos electorales, este domingo en Galicia y País Vasco.
Consultará a las bases sabiendo que vencerá su “bando”, el calenturiento y ofuscado que desea mostrarse más radical que Podemos sin responsabilizarse de decisiones que olvidan que el PSOE es un partido de Estado, no de aventureros estilo Iglesias Turrión.
El militante suele ser radical. Aunque tras muchos debates y buena información suele tomar buenas decisiones y elegir como dirigentes a los compañeros, más equilibrados, pausados y preparados.
No ocurrió con Sánchez, votado por ser “El Guapo”, que con su equipo de arribistas se amparó en el asambleísmo de la militancia para aprobar decisiones calenturientas y demagógicas, mientras la sociedad iba por otra parte.
Por eso el PSOE ha sufrido con él seis fracasos electorales consecutivos, los últimos en las elecciones generales de 2015 y 2016, y ahora en Galicia y Euskadi.
El líder del partido que llegó a tener 202 diputados y que los hizo caer de 110 a 85, quiere ser ratificado por la militancia radicalizada, escondiendo su irresponsabilidad tras las decisiones de una masa irritada.
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