Estimados señores Hollande, Valls y jefes de Estado o gobierno de los países que han sufrido asaltos yihadistas con resultado de muerte de sus conciudadanos y de los terroristas atacantes:
Debemos preguntarles por el camionero islamista que arrolló y mató a 84 personas en Niza en la noche del viernes, señores Hollande y Valls, y qué piensan hacer ustedes con su cadáver.
Saben que ese cuerpo puede ser valioso si se trata adecuadamente para evitar nuevas masacres o asesinatos terroristas.
En todo el mundo se tiene la norma, por respeto a los muertos, de entregarle los cadáveres a sus familiares para que practiquen los ritos religiosos de su creencia.
Son rituales que obedecen a un respeto atávico al cuerpo inerte. Nacen con los primeros homínidos y fueron adoptados por todas las religiones, algunas de las cuales han establecido normas sobre cómo tratarlo para facilitar el tránsito a su alma a su paraíso personal.
En el caso de los cristianos actuales, el entierro o la incineración no señalan si se va al cielo o el infierno. Eso es algo entre la persona y su Dios.
Pero en el de los musulmanes las ceremonias son para mantenerlos eternamente en el paraíso de las 72 huríes prometidas, para lo que deben pasar por un largo ritual de purificación y entierro mirando a La Meca.
No permitan esas ceremonias. Ese cadáver debe ir al infierno. Envuélvanlo con grasa y piel de cerdo, e incinérenlo. Aunque haya imanes que nieguen la validez de esta profanación, la creencia general islámica es contraria.
Y hagan lo mismo con todos los terroristas, anunciando además su condenación eterna contaminados con animales impuros; quizás así otros yihadistas prefieran no condenarse.
El cerdo es delicioso. Hagámoslo más santificable aún.
------
Hay muchas maneras de subestimar al enemigo, pero esta del cerdo y del tocino es de las más pueriles y desencaminadas.
Si alguien se cree que a un lobo solitario dispuesto a inmolarse lo va a detener el temor por su salvación eterna, o porque lo unten de tocino, es que no ha entendido nada de nada. El odio de los odiadores sobrepasa todas estas minucias. Qué le importa al de Niza el Corán, el tocino o su salvación en el Paraíso. Está ciego y cegado por liquidar occidentales sea como sea y a cualquier precio. No porque sean infieles, no creyentes y todo eso, sino por su forma de vida y por la historia que tienen detrás.
La historia de las naciones está escrita, queda escrita para siempre. Y luego las generaciones posteriores la leen y comprenden. Y eso no se puede evitar ni detener. Por eso estamos perdidos.
Publicado por: Maribel Santos | domingo, 17 julio 2016 en 09:16