El próximo 12 de diciembre, lunes, tras las elecciones generales del domingo, los españoles supieron que no iban a pasar por cuarta vez por las urnas para encontrar gobierno desde las fallidas del 20D de 2015: Mariano Rajoy había obtenido la mayoría absoluta, como en 2011.
Pero esta vez no con 186 diputados, sino con 212, diez más que el imponente PSOE de Felipe González de 1982, premiado tras la Transición y el golpe de Estado de Tejero.
Ahora, de los 350 diputados del Parlamento, el PSOE había caído a 50, Unidos Podemos a 30, igual que Ciudadanos, y las minorías nacionalistas e independentistas sumaban 28.
Dos partidos constitucionalistas, el histórico PSOE, y el joven centro de Ciudadanos, habían sido tan torpes que, tras creer que esquivaban a ese raposo en la escalera que era Rajoy, cayeron en el rellano y le resultaron sabrosas gallinas en pepitoria.
Los españoles habían preferido el popular olor de corrupción que exponerse a las guillotinas purificadoras que prometió usar Unidos Podemos (UP) el 26J, cuando Pablo Manuel Iglesias Turrión, Robespierre-Lenin-Stalin-PolPot... PULSE EL ENLACE DE ABAJO PARA SEGUIR LEYENDO Y VER A SALAS...
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