La sociedad española no se divide entre los de arriba y los de abajo, como decía Podemos, ni tampoco entre progresistas y conservadores, porque ahora derecha e izquierda constitucionalistas son casi iguales, sino entre constitucionalistas y anticonstitucionalistas.
Esta separación es la que plantearon Ciutadans de Catalunya al nacer en 2005, y UPyD, que se fundó para toda España en septiembre de 2007.
Más tarde Ciutadans se expandió por todo el país como Ciudadanos (C’s) y el inicialmente exitoso partido de Rosa Díez se apagó hasta quedar sin parlamentarios en Madrid.
La diferencia que establecía Podemos entre los de arriba y los de abajo carecía de futuro como teoría política; todos estamos encima y debajo de otros.
Por eso volvió a la lucha de clases de Izquierda Unida, un partido comunista más de los que condujeron donde triunfaron, siempre violentamente, a la vida fastuosa de la clase dominante, y a desastres, dolor y muerte de los proletarios.
El actual mensaje del PSOE sobre progresistas y conservadores se basa en que “progresista” es un tótem positivo, mágico, aunque lleve frecuentemente a la ruina, como en las ciudades donde gobiernan ahora los podemitas con apoyo socialista.
Realmente, el mundo occidental está dirigido por la mentalidad socialdemócrata, que acerca al PP al PSOE. Entre el 80 y el 90 por ciento de los presupuestos españoles va a gasto social, gobierne uno u otro.
Solo queda, pues, la diferencia entre constitucionalistas y anticonstitucionalistas, que radica en mantener o no la igualdad constitucional de los españoles.
O destruirla como quieren los separatistas culturales, los independentistas y los antisistema podemitas, por lo que la mayor traición a los españoles es que los constitucionalistas, PP, PSOE y C’s no se unan para afrontar las crisis nacionales: identitaria, social y económica.
Y ahora resulta que el PP acaba de recibir el apoyo, al menos, de los independentistas burgueses catalanes para formar la Mesa del Congreso, sin que sepamos a cambio de qué: si Rajoy que resistió la presión nacionalista al menos desde 2006 e hizo creer que nunca claudicaría, si ahora se rinde por el plato de lentejas de obtener un débil gobierno, su traición será tan condenable como las muchas del detestable Rodríguez Zapatero.
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La distinción entre "constitucionalistas" y "anticonstitucionalistas" no tiene demasiado sentido. TODOS son constitucionalistas, o serían expulsados de la vida política por incumplir las reglas. Los que quieren cambiar la Constitución también quieren una Constitución, sólo que mejor hecha y que lime asperezas, malestares y conflictos. Los independentistas también quieren una Constitución, a saber, la de su nación, o la del Estado español, pero mejorada de modo que se permitan las consultas ciudadanas en dicha nación. Si se quiere definir como constitucionalistas a los que quieren la MISMA constitución para siempre, pase lo que pase y caiga quien caiga, el diccionario de la RAE tiene un mejor apelativo para ellos: inmovilistas y reaccionarios.
Por lo tanto, la distinción es apolítica y absolutamente inerte. Tiene muchísimo más sentido político la distinción entre los que están por poner los medios para terminar con la corrupción y aquellos que desean que no se pongan dichos medios para seguir beneficiándose de ella.
Publicado por: Sara Mencías | miércoles, 20 julio 2016 en 22:15