Ramón del Pozo Verdú es un ecologista madrileño que acaba de ganarse la enemistad de su hasta ahora admirado Partido Animalista (PACMA), que obtuvo en el 26 de junio 220.369 votos al Congreso y 1.034.617 al Senado.
Desde hace muchos años Ramón se sumaba a las manifestaciones contra las corridas de toros y se embadurnaba con pintura que parecía sangre.
Pero, como muchos animalistas vergonzantes, gozaba con solomillos en salsa de foie y trufa con oporto, además de con toda clase de aves, mariscos y peces.
(Este cartel fue extraído del excelente y recomendable blog Voto en blanco de mi amigo Francisco Rubiales)
Pero sigamos con el caso de Ramón, que para librarlo de esa afición unos veganos del PACMA le aconsejaron que fuera a un matadero a descubrir que antes de ser solomillos los animales saben que van a morir y sufren horas de terror.
Ramón comprobó así que el ganado siente el mismo pavor que los seres humanos; como los arrastrados a las cadenas industriales de asesinar del DAESH.
El olor de la sangre y de las heces, el calor ambiental y el miedo que transmiten con berridos los animales que van a morir estuvo a punto de hacerlo vegano.
Pero recordó que acaba de demostrarse científicamente que los vegetales sufren cuando los van a cortar, y que la ciencia dice también que la evolución humana, especialmente de su inteligencia, se debe a la ingesta de proteínas animales.
Y le ocurrió algo chocante: razonó que el toro de lidia no siente ese pavor del ganado que vivió en el matadero, sino que muere matando si puede en batalla contra el hombre durante pocos minutos, y para la que se crió durante cinco años.
Pensando en solomillos de toro, “Me he hecho taurino”, le confesó a sus conmilitones del PACMA.
Muy humanistas, le han deseado una muerte como la de Víctor Barrio: ¡Así te mate un toro!
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Que sepan que van a morir, lo dudo. No digo que no lo sepan, digo que no lo se. Puede que si, puede que no. y lo digo, simplemente, porque es condición humana la conciencia. Saber que uno existe, y que dejara de hacerlo, así como de sus consecuencias de sus actos, tanto cívicos como sociales, son lo gran diferencia entre seres humanos y bichos.
Y para añadir algo mas al sin sentido de la pijeria reciente, los nuevos snob, decir que la acelga muere, con un poco de sal, en una hoya hirviendo. Y a la lechuga se le mastica viva.
Publicado por: atroma | sábado, 23 julio 2016 en 08:41