Desde mediados del siglo XVII, cuando los precursores ingleses de la Ilustración declararon que todos los hombres eran iguales, concepto que consagraron las revoluciones estadounidense y francesa, las democracias rechazaban las singularidades del antiguo régimen que quiere recuperar Pedro Sánchez para satisfacer a los separatistas catalanes.
El PSOE, cuya razón de ser era la igualdad, se suma ahora a las premodernas exigencias de más fueros, como los de la Constitución de 1978, que al aceptar los foralismos vasco y navarro logró que los habitantes de sus territorios obtuvieran mejores, por tanto más injustos, repartos de riqueza.
Ese fue el error constitucional cometido para tratar ingenuamente de amansar la fiera etarra, y precio pagado por el resto de los españoles, que no deben aceptar ahora que les añadan otro foralismo que contagiará a las demás regiones, convirtiéndolas en taifas.
“Reconoceré las singularidades catalanas”, dice Sánchez, cuando todos los pueblos poseen singularidades, producto de su geografía, historia, y sistemas económico y político.
Cada pueblo, entendido como cualquier comunidad autónoma en la actual España, posee unidades menores con sus propias singularidades: pues reconozcamos todas.
Pero, además, hasta las parroquias vecinas tienen sus propias particularidades, como el santo patrono, costumbres e idiomas --el silbo gomero, por ejemplo--, hasta llegar así hasta el individuo, que por sí solo es una unidad singular.
Usted, yo, debemos aparecer con nombre y apellidos con nuestras singularidades individuales en la nueva Constitución. Exijámoslo.
El PSOE, uncido al filonacionalista PSC, amarrado al independentismo, se suma a su imperialismo territorial, cuyo objetivo es conseguir el moderno invento de los “Paisös catalans”.
El principal objetivo del nacionalismo catalán es crear, aunque no lo llame así, su “Lebensraum”, su espacio vital extendido fuera de su geografía. Y el Lebensraum sólo trae la guerra.
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El Lebensraum fue el invento de Hitler para justificar su invasión de los países limítrofes, ya que los alemanes necesitaban más espacio vital del que tenían.
Lo catalanes no necesitan más Lebensraum que el suyo, y no quieren invadir otros países. Más bien quieren que el Estado no aplique su Lebensraum a Cataluña y les dejen en paz. No tiene nada que ver. Por eso hablar de Lebensraum en este caso es muy desorientador.
Los conocidos como Països catalans (a partir de la obra del escritor valenciano Joan Fuster) no forman parte de la reivindicación actual del nuevo estado catalán. Països catalans es un concepto histórico-lingüístico de origen valenciano, y no tiene nada que ver con la reivindicación actual del catalanismo independentista. Son determinados VALENCIANOS los que se consideran formando parte de dichos Països, y no los catalanes. Yo o soy catalán, pero esta mezcla de conceptos es peligrosa y muy desorientadora.
Publicado por: Eusebio Hidalgo | miércoles, 01 junio 2016 en 18:33