La izquierda occidental ha vuelto a culpar del yihadismo a Bush, Blair y Aznar, aunque este solo envió tropas a Irak tres meses después la invasión, cuando EEUU declaró erróneamente el fin de las grandes operaciones militares.
Una acusación injusta, aceptable sólo parcialmente, porque la yihad, es una constante que nace en vida de Mahoma como vehículo de conquistas religiosa, territorial y política, y que nunca tuvo un instante de descanso desde la sangrienta Égida, hace 1433 años.
En todo el mundo hay actualmente medio centenar de guerras y guerrillas religiosas, de las que la yihad europea es una más.
El siglo XX, el de los imperialismos nazi-fascista y comunista, fue el de la caída del imperialismo otomano, que supuso creación de los países del oriente cercano, en el que sólo continuó inamovible la milenaria Persia, seguidora del islam chiita y en guerra permanente con el sunita.
En Irán nace el yihadismo actual, pues la protección que le concedió en París Giscard d’Estaing, presidente francés, al imán Jomeini, y el abandono de Jimmy Carter al Shah de Persia, propició que en 1979 el fanático ayatolá iraní comenzara la última cadena de guerras santas.
Jomeini prometía libertad y democracia en la vieja Persia y la convirtió en una teocracia brutal que imponía con su yihad la expansión del chiismo sobre el Irak, controlado por el sunita Sadam Hussein; sus países mantuvieron una guerra de una década y un millón de muertos; además, Irán creó comandos terroristas que atentaron en Europa y, como Hizbolá, en Líbano e Israel.
Así siguen estas guerras-guerrillas de las dos sectas que occidente intentó controlar con proyectos democratizadores, pero también, como había hecho el imperio otomano desde 1453 hasta la I Guerra Mundial, intereses estratégicos y económicos.
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Oiga, no, no es la "izquierda occidental" la que acusa de desencadenar el yihadismo a los tres embusteros y criminales que se inventaron las "armas de destrucción masiva" que eran un cuento chino.
Les acusa medio mundo, empezando por el propio Blair, que honesta pero tardíamente acaba de reconocer que su intervención en Iraq inició o fomentó un terrorismo que hasta el momento era inexistente o incipiente.
Que bombardeen tu País con excusas de pata de banco no genera en la población grandes sentimientos bondadosos, ¿sabe? sino más bien deseos rabiosos de revancha.
Publicado por: Elena Vinuesa | sábado, 21 noviembre 2015 en 10:37