En prácticamente todas las ciudades del mundo democrático se celebra este sábado el “Día del Orgullo Gay”, que recuerda los disturbios de hace 46 años en Nueva York contra las redadas policiales en bares de homosexuales.
Aquellos hechos culminaron con estas fiestas y con la legalización de sus matrimonios, como en España hace diez años, y la semana pasada en EE.UU. tras una sentencia del Tribunal Supremo.
En Madrid se celebra los sábados como hoy, y desde 2007, el que se anuncia como el “Mejor Día del Orgullo Gay del Mundo”, título avalado por la European Pride Organisers Association y la Tripout Gay Travel Awards, de la cadena MTV.
En EE.UU. se ha producido un fenómeno desconocido en España en esta década: la aparición de demandantes de que también se apruebe la poligamia.
Quien primero igualó la licitud del matrimonio gay con la poligamia fue John Roberts, presidente de los nueve jueces estadounidenses del Tribunal Supremo que aprobaron los matrimonios entre personas del mismo sexo.
Roberts, que es católico, se opuso a las bodas de homosexuales, y en un voto particular comparó esa unión con la que podía existir entre varias personas, puesto que roto el tabú de los dos sexos, podía hacerse igual con el número de contrayentes.
Los mormones heterodoxos, que siguen siendo polígamos como en los tiempos fundacionales de su religión, han acogido con alegría el voto de Roberts, y también numerosos musulmanes.
Aunque ambos grupos religiosos rechazan la poliandria: nada de mujeres con varios hombres, o mujeres.
Tras el “Orgullo Gay” podría llegar el “Día del Orgullo Polígamo”, conmemorado por quienes quieren tener varias mujeres, o por mujeres como una ciudadana de Minnesota que reclama legalizar sus cinco matrimonios, pues tiene tres maridos y dos esposas.
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Ha llegado el momento de tirar a la papelera toda la legislación sobre la familia. Por obsoleta y disfuncional. Los vínculos de convivencia que las personas mantengan entre sí deberían ser tratados como un asunto privado, donde el Estado no debe meter su hocico.
Por las mismas razones, en la papelera debería hacer compañía a la legislación laboral: el trabajo debería ser un valor que los individuos intercambian entre sí por otros valores, sin otros límites que los del derecho mercantil.
Sé que me pondrán de imbécil para arriba, pero ésa es la contrapartida de decir que el emperador está desnudo.
Publicado por: cilantro | sábado, 04 julio 2015 en 20:30