Junto con la corrupción personal y colectiva de políticos o sindicalistas como los de los casos Gürtel, Pretoria, Palau, Mercasevilla o los ERE andaluces, hay una putrefacción que ni siquiera la tenemos en cuenta: la del patriotismo localista, la endogamia colectiva que nos envuelve y arruina, y que ampliándose en círculos llega al nacionalismo más absurdo.
En Galicia hay tres aeropuertos deficitarios por su poco tráfico, y en Oporto, Portugal, hay otro que está a 152 kilómetros de Vigo, la ciudad más cercana, a 232 de Santiago y a 301 de Coruña.
Pues ese es el que más usan los gallegos, según el alcalde de esa ciudad, mientras que el aeropuerto de Vigo está a 90 kilómetros del de Santiago, y este a 75 del de Coruña.
La rivalidad localista le ha facilitado el negocio a una ciudad comparativamente lejanísima.
Localismo: como la construcción del AVE Toledo-Cuenca-Albacete, línea de 330 kilómetros cerrada porque transportaba ocho viajeros diarios. Con esta obra y el faraónico aeropuerto cerrado de Ciudad Real José Bono se proclamó San Quijote, Patrono milagroso de La Mancha.
Hay centenares, quizás millares, de casos más: aeropuertos y ciudades de la cultura, museos y gastos suntuarios para halagar al paisanaje, muestras de catetismo de quien se creía nuevo rico y que, realmente, como demostró la crisis, era bastante pobre.
Así quedan estas obras para la posteridad con gastos de mantenimiento inasumibles, pero abiertas para que los indígenas proclamemos que nuestro ruinoso tótem es la envidia de nuestros vecinos.
Y esto es corrupción, la corrupción de nuestro paletismo, de nuestra falta de rigor al analizar proyectos, y ahora que viene Ciudadanos proponiendo unificar ayuntamientos menores de 5.000 habitantes y los partidos rivales se les echan encima.
Casos que conoce personalmente el cronista: durante la Restauración, un político creó un ayuntamiento para ampliar sus opciones a diputado por Coruña. Continúa con su edificio, funcionarios y gastos suntuarios para 1.277 vecinos. Vilarmayor está casi a tiro de piedra del ayuntamiento del que se desgajó, Pontedeume, y pegado a otro ayuntamiento artificial de 2.100 habitantes con gran edificio, funcionarios y gastos suntuarios , Monfero.
Así está España y que nadie toque los nacional-localismos, que se declaran insumisos, y si es menester independientes del planeta Tierra.
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No creo que el asunto tenga que ver con localismo o no localismo, sino con ética y corrupción, sea local o sea nacional. El aeropuerto de Castellón, ahora subempleado para carreras de coches más o menos ilegales, es fruto de la corrupción de un corrupto profesional, militante y cargo de un partido esencialmente corrupto de raíz.
Que Castellón sea una capital de provincias, con no más paletismo que cualquier otra, no viene al caso.
Publicado por: Aurora Ordóñez | domingo, 10 mayo 2015 en 12:29