José Luis Rodríguez Zapatero quedó para la Historia como el jefe de Gobierno que intentó diluir España al servicio del independentismo catalán alegando que, como nación, era conceptualmente discutida y discutible.
Además, degradó la Transición que apaciguó a los españoles y volvió a despertar muchos odios entre los supuestos vencedores y vencidos de la guerra civil.
Ahora, y como nadie lo entretiene contratándole conferencias como a sus antecesores Felipe González y José María Aznar, quiere recuperar protagonismo.
Emprende aventuras internacionales contrarias a los intereses del país y rompe el PSOE que dejó moribundo haciéndolo rivalizar como socialdemócrata con sus nuevos amigos, los marxistas-leninistas-chavistas de Podemos.
Todo comenzó hace unos meses en casa del enredador José Bono, en la que cenó con la cúpula de Podemos encabezada por el pequeño Pablo Iglesias, reunión de la que no habían informado a Pedro Sánchez, el neófito líder socialista.
Zapatero sufrió una epifanía: desdeñando lo que pudo ver y oír en los programas de La Tuerka, en los que el pequeño Pablo desgrana su talante totalitario, cargado de alusiones al boxeo y a la guillotina, perseguidor de las libertades civiles y de prensa, y seguidor del empobrecedor demagogo Hugo Chávez, el pequeño José Luis vino a decir que Podemos es como el PSOE, pero más joven.
Acaba de ratificarlo en un periódico italiano en una entrevista que parece una declaración de guerra a su antiguo partido, al invitar a Podemos a que le usurpe su espacio político.
Cuando los socialistas malamente tratan de levantar cabeza, quien los hundió se ha convertido en la ametralladora que dispara nuevamente contra sus propias filas.
Quiere acabar con sus excompañeros, y muchos, aterrorizados por su futuro, desertan y piden el ingreso en Podemos para ver si pueden seguir cogiendo cacho.
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