Uno de los libros más vendidos durante el franquismo, en 1966, fue “Los españoles y los siete pecados capitales”, de Fernando Díaz-Plaja, que describía el cambio de carácter que imprimía el desarrollismo al agudizar los vicios capitales definidos por el cristianismo: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia.
Han pasado muchos años y llevamos en democracia lo mismo que en dictadura, tiempo en el que se ha añadido al carácter nacional un nuevo pecado: el de la irresponsabilidad.
Los socialdemócratas, socialcristianos y cristianodemócratas crearon en Europa el Estado del Bienestar que, implantado en España, cura enfermos, beca estudiantes, paga a desempleados, entrega alimentos gratis en centros sociales, religiosos y oenegés y sostiene albergues.
Acostumbrados a tenerlo todo, cuando algo sale de su control y aunque sea consecuencia de su irresponsabilidad, muchos españoles culparán siempre a otros, preferentemente a las autoridades.
Como los espeleístas andaluces y los medios de comunicación que culpan a Marruecos y subsidiariamente al Gobierno español de la muerte en accidente de dos de los tres que se introdujeron en una remotísima sima sin apoyo externo alguno y sin prever que podrían tener un fallo humano que provocaría una desgracia.
Fueron a un país pobre, y a un lugar aislado y sólo accesible a especialistas esperando que aquello fuera como Suiza.
Y para mayor irresponsabilidad, aparece ahora el exjuez Baltasar Garzón ofreciéndose para querellarse contra los dos países.
Pasó algo similar con Teresa Romero, curada de ébola pese a que mintió sobre cómo se contagió, o con el maquinista del Alvia que costó en Santiago 79 muertos y que quizás tocó su iPad, no los frenos, o entre algunos desahuciados mediáticos que pidieron hipotecas para juego y prostitutas.
La irresponsabilidad, sí, debería integrarse entre los pecados capitales.
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¿"Acostumbrados a tenerlo todo"?
Me temo que el señor cronista ha estado viviendo en un país que no es el mío, o ha vivido en alguna burbuja privilegiada dentro del mío. Porque, lo sepa o no, España cuenta desde hace muchos años con unos cuantos millones de pobres de solemnidad.
Yo no creo que haya que añadir ningún nuevo pecado capital. Basta con que se cumpla la Constitución, con que los impuestos que se pagan sirvan para algo y con que se garanticen los derechos que el ordenamiento jurídico garantiza. Lo que no puede ser es que los ciudadanos de clase media costeen con sus impuestos las grandes infraestructuras y luego tengan que pagarse la sanidad, o la educación de su bolsillo. ¿Para qué sirve el Estado? ¿Sólo para esquilmar?
Mire, lo que no puede ser es que las clases medias y bajas financien con sus controladas nóminas al Estado mientras que los grandes beneficios de banqueros y megaempresas escapen del control de Hacienda o se acojan a la tributación "Sicav". Un Estado así es disfuncional. Está enfermo y está marginado y descolocado en Europa.
Publicado por: MERLIN | sábado, 11 abril 2015 en 21:40