El problema ideológico mundial que provoca matanzas masivas en varios continentes, las ejecuciones más crueles y la huida de millones de seres es el islamismo de la yihad, la guerra santa de la crueldad.
Antes de la agresión general de esta terrible lacra, en 1992, la hija de un señor de la guerra somalí, Ayaan Hirsi Ali, de 21 años, sometida de niña a la ablación genital, vistiendo hiyab como musulmana devota, viajaba hacia Canadá para casarse con quien había elegido su padre.
En una escala huyó y pidió asilo en Holanda, donde empezó su desprogramación religiosa.
Llegó a diputada en ese país. Pero fue expulsada por miedo al islamismo después de que un fundamentalista asesinara a Theo Van Gogh, de la familia del pintor, con quien ella rodó como guionista su documental feminista “Submission”.
Residente en EE.UU., multidoctorada, investigadora en Harvard y autora de numerosos libros, acaba de publicar en HarperCollins “Heretic: Why Islam Needs a Reformation Now”, en el que propone una reforma de esa religión.
Describe las partes belicosas del Corán, redactadas en Medina, donde rechazaban el mensaje de Mahoma y él respondía con la guerra para imponerlo, y las más pacíficas, en La Meca, cuando había logrado sus objetivos.
Hirsi Ali dice que los fundamentalistas son de Medina, y que los pasivos de La Meca, pero que no se atreven a oponerse a Medida porque tienen a Mahoma por infalible.
De los 1.600 millones de creyentes musulmanes, al menos 48 millones son de Medina y están dispuestos a asesinar.
La reforma debería reducir la infalibilidad de Mahoma y difundir el mensaje de La Meca; si no, se agravará el “Choque de civilizaciones” anunciado en 1993 por el fallecido Samuel Huntington, y que ya sufrimos.
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Sólo desde el etnocentrismo o desde la desinformación se puede calificar la yihad de "la guerra santa de la crueldad". Cualquiera que haya leído algo sobre los bombardeos de Hamburgo o Dresde (más aún los de Tokio anteriores al bombardeo atómico) sabe que en número de víctimas y en crueldad la yihad islámica es un juego de niños malos.
Los santísimos y antinazis "aliados" practicaron en dichas ciudades el llamado "bombardeo de saturación de zona", en el cual se lanzaban tantas bombas explosivas e incendiarias que cada metro cuadrado ardía, se inflamaban incluso los materiales de construcción, el alquitrán entraba en ebullición y los civiles que salían huyendo de sus casas hundían los pies (y luego, al caer, las manos) en charcos de asfalto hirviente, muriendo entre atroces quemaduras y sufrimientos. He ahí la civilizada Europa.
Pero claro, hay que estar informado para verlo y hay que tener la voluntad de no mirar a otro lado. Todo lo que sepan de maldad estos fanáticos pipiolos y principiantes de hoy lo han aprendido de los viejos, retorcidos y perversos europeos. Antes que en ningún otro sitio, se lo enseñaron en los procesos de colonización.
Publicado por: janawort | martes, 07 abril 2015 en 17:01