Desde su llega al Gobierno Juan Ignacio Wert fue atacado implacablemente por proponer premiar el esfuerzo de los profesores y estudiantes forzándolos a trabajar más para evitar el deplorable fracaso educativo español.
Casi todos los rectores universitarios acaban de retrasar hasta 2017 la aplicación del Plan Bolonia, regulación europea, algo así como el euro de la educación, de diplomaturas y másteres universitarios que rompen el igualitarismo español al favorecer esfuerzo y talento.
Wert no es torpe, sino un brillante sociólogo, abogado y profesor, un cosmopolita de que admira esa educación centroeuropea que prima la voluntad individual del estudiante, mientras que la cultura española es más de todos al botellón.
Aunque con los gobiernos Zapatero ya se habían encarecido algunas tasas universitarias y reducido ligeramente las becas para provocar tímidamente el esfuerzo de ganarlas, Wert impuso mayores exigencias.
En poco tiempo consiguió ligeras mejorías en primaria y secundaria; incluso en la enseñanza universitaria, pero que, al no ser obligatoria, provoca que muchos estudiantes abandonen las carreras desmoralizados; según él, los malos.
Esa tendencia se incrementará cuando se unifiquen las titulaciones europeas que eliminan las licenciaturas tradicionales y cortan las carreras de cinco años en dos tramos.
Son los grados de casi siempre de tres y pocas veces de cuatro cursos, cuyas matrículas son mayoritariamente abonadas por el Estado, y los másteres de uno o dos cursos que deben abonar los estudiantes.
Para cursar los másteres los aspirantes de menos medios deberán pedir créditos que tendrán que devolver cuando trabajen, aunque hay títulos sin sentido laboral ni futuro alguno, que seguirán generando parados indefinidamente.
Su salida será la política: quien tenga medios, si su título es inútil, político de derechas; quien sin medios tenga otra carrera inútil, político de izquierdas, aunque diga que rechaza esa calificación.
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Wert es un reaccionario tan indocumentado que desconoce incluso la vieja investigación de los franceses Bourdieu y Passeron, donde se demostraba que la "excelencia" esa que quiere premiar el zigzagueante ministro se conseguía principalmente en el hogar, y que las familias de clase alta, con más recursos y un medio cultural más rico, producían en general niños con una mayor "excelencia".
Lo que quiere hacer Wert, por lo tanto es re-premiar lo que ya ha premiado previamente la pertenencia a una clase social alta. En resumen: este ministro torpe y clasista no quiere una escuela que CREE excelencia, sino una educación que CONSAGRE la excelencia preexistente por origen social. En resumen, un reaccionario, muy partidario de la injusticia social y de la desigualdad.
De brillante, solo se le conoce una cosa, la calva.
Publicado por: antonio | miércoles, 04 febrero 2015 en 16:09