He aquí un caso sencillo por el que el PP podía empezar a ejercer la regeneración nacional que promete, y para la que le pide colaboración al PSOE.
Brunete, de unos 10.000 habitantes, es un pueblo a 30 kilómetros de Madrid con menos de la mitad del desempleo español, el 10 por ciento, con el 20 por ciento de titulados universitarios y con mayor renta que la media de la Comunidad, la tercera más rica tras Euskadi y Navarra.
Allí se desarrolló una de las batallas más cruentas de la guerra civil. Gobernado ahora por el PP en minoría su alcalde quiso alcanzar la mayoría corrompiendo a una concejal de UPyD que, extrañamente, tardó dos años en denunciar el caso: ya se sabrá por qué.
Lo importante: la concejal grabó a Borja Gutiérrez Iglesias prometiéndole concederle lo que le pidiera, especialmente nuevos y mejores trabajos para ella o sus familiares, si se unía al PP.
La grabaciones entregadas a la prensa por María Isabel Cotrina Mesa son incontrovertibles, tengan o no valor legal. Lo tienen político, y en una democracia sana forzarían a la dimisión inmediata del aspirante a corruptor.
Pero no: Gutiérrez Iglesias se niega a dimitir, dice que denunciará a la concejal y se justifica alegando que promesas como las suyas “son comunes” en la vida política.
Dice la verdad, y aquí radica la base de la descomposición de prácticamente todas las instituciones públicas españolas: la corrupción, pequeña o grande, es común, general.
La presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, no ha pedido la dimisión del alcalde, que se sepa, y por mucho que Mariano Rajoy hable de regeneración de España nadie puede creerle si no empieza con la de Brunete como ejemplo para millares de casos, iguales o peores.
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Los partidos políticos son organizaciones no democráticas. Lo saben los que están ahí y aprovechan esa situación para crear estructuras corruptas. No existe control alguno de la administración y así tenemos unos políticos que llenan los cargos de puestos de confianza, de su confianza y para confiar en seguir en el puesto.
Rajoy no manda más que en su corte y tampoco recibe supervisión ni da explicaciones a nadie en su partido. Es imposible regenerar un sistema sin base democrática. El bipartidismo corrupto no da opciones solo queda que el partido implosione como ocurrió con las estructuras del franquismo. Es imposible que los actuales dirigentes evolucionen, no les interesa.
Publicado por: Cara a cruz | domingo, 06 julio 2014 en 20:47