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jueves, 29 mayo 2014

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En la raíz misma del mal está aquella sentencia ilustrativa de la miembra socialista Carmen Calvo que justificaba el albañal diciendo “EL DINERO PÚBLICO NO ES DE NADIE”.
Ahí está el busilis y la madre del cordero. El dinero público no tiene dueño. O sea, lo generan los contribuyentes pero una vez encauzado por las cañerías públicas, SantaRitaRitaRita, el dinero pasa a las manos que manejan nuestra barca, la Administración, los gobiernos locales, diputacionales, regionales y central, la Casa Real, partidos y sindicatos, Fundaciones…
y si te he visto, no me acuerdo.

No se trata de casos aislados de corrupción sino de una forma corrupta de gestionar lo público. Vivimos sobre una enorme cloaca y cada día, algún juez, algún periódico, destapan alguna alcantarilla con el pestazo consiguiente.

Esta tierra de pícaros, de Rinconetes, Lázaros y Celestinas, ha sido Jauja para la casta parásita y las mafias de negocietes y amigotes, sabedores todos de que todiós tiene un precio.

No son cuatro desaprensivos, cuatro tumores concretos en un corpus social saludable, sino que hablamos de una práctica común generalizada, totalmente arraigada en un país donde no existe transparencia, ni control riguroso de ese “dinero sin dueño”, ni se exigen responsabilidades y reintegro cuando son pillados in fraganti.

No se trata solo de los políticos sino de una sociedad que, a todos los niveles, si puede, pilla, trinca, defrauda y se escaquea. Todiós conoce triquiñuelas, desde las más simples a las más sofisticadas. Solo que los gestores públicos manejan grandes cantidades de dinero-de-nadie con la despreocupación del que nada tiene que perder en sus trapisondas…y si, en cambio, puede encontrar su vieja casa familiar convertida en un pimpollo de remodelación millonaria , a cambio de algún favorcillo descuidado. Y es que el “sobre mágico” consigue recalificaciones, revalorizaciones, enchufes, vistagorda, edificabilidades y montes de orégano.

Es buena verdad, Molaritos, que con la política prudente, vigilante y aun cicatera de un ama o amo de casa, agenda y calculadora en mano, este pobre país pobre no arrastraría las deudas que soporta.

Y, definitivamente, si los ciudadanos se persuadiesen de que el dinero público es de todos, que los gestores políticos y administrativos son empleados nuestros que han de rendir cuenta de cada céntimo, que con el dinero común se cubren pensiones, sanidad, educación, carreteras, tribunales de justicia, ejército… y que no podemos sostener tan numerosa red de trincones que nos están robando el estado de bienestar, el futuro de nuestros hijos y la confianza que teníamos en la Democracia, quizá entonces se produciría una gran marea cívica por la regeneración de una sociedad y unos políticos corruptibles por defecto.

Y no estoy pensando en el telepredicador antisistema que aspira a romper el invento democrático. Líbrenos Dios de iluminados...

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