Tras la aprobación por el Gobierno el viernes de un proyecto de modificación del Código Civil para concederle la nacionalidad española a los sefardíes que lo pidan sin perder la suya de origen, esperemos que ellos se lo crean porque pese a promesas similares anteriores han vuelto muy pocos a España.
Caso de que vengan algunos de los al menos 150.000 sefardíes –sefardí significa judío español-- que se supone que hay en el mundo, pocos más que los expulsados en 1492, los otros españoles de origen deberíamos decirles “bien hallados”, como si nunca se hubieran ido.
Podríamos añadir “desde hace cinco siglos no nos veíamos, primos”, dándoles un abrazo al enfatizar que son de la familia, como comprobaremos si buscamos “Apellidos judíos” en Google, por ejemplo.
Aparecerán muchas páginas con listados de apellidos comunes, pero que resultan de origen sefardí.
Además, y según recientes estudios genéticos, el veinte por ciento de españoles llevan sangre judía.
Habrá, pues, unos ocho millones de portadores de sangre sefardí si calculamos unos 40 millones de los españoles actuales, descontando los siete millones de inmigrantes recientes de otros orígenes.
Qué gran error supuso la expulsión de los judíos. Gran parte de nuestra civilización es su heredera y cada día le debe algo nuevo a su humanismo, artes y ciencias: hasta hoy, de los 855 permios Nobel 198 fueron judíos, siendo sólo quince millones de personas, tras perder seis millones en el Holocausto.
En 2013 recibieron el Nobel seis judíos de distintas nacionalidades. Uno menos que España desde 1901, y que todo el mundo árabe-musulmán, que tiene también siete.
Qué gran fortuna recibiría este país que tanto necesita su talento si volvieran, a pesar del antisemitismo, como como el de esa frase despectiva del “mercado judío” del presidente extremeño.
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Seis Nobels judios y una de las medallas Fields se fué a Israel.
Publicado por: JFM | martes, 11 febrero 2014 en 15:56