Tanto los disturbios de Madrid de este miércoles, con once heridos y otros tantos detenidos, como las protestas en otras 46 ciudades españolas contagiadas por las revueltas contra la reforma de una calle en Burgos, necesitan ser explicados por expertos en las emociones colectivas que generan incontrolables choques que pueden volverse sangrientos.
Nadie podía prever que muchos vecinos de un barrio apoyaran a grupos de violentos para oponerse crear un bulevar de paseo, con aparcamiento de pago bajo la superficie como en tantas otras ciudades españolas, y que sustituiría a una calle mucho más inhóspita.
No se trata de discutir aquí la idoneidad del proyecto, su presupuesto, o de si en lugar de esta reforma no sería mejor realizar otras inversiones.
Se trata de descubrir qué está ocurriendo en España para que unos ciudadanos, quizás minoría, pero notable, de un barrio de una ciudad de 180.000 habitantes, a los que las obras darían mayor calidad de vida, puedan apoyar los motines de jóvenes violentos, “turistas antisistema”, a los que suelen detestar.
Hasta la prensa extranjera le ha prestado amplio espacio a la violencia ciudadana, como el diario y biblia de la economía, Financial Times, en su edición de ayer, jueves.
La utraizquierda antisistema habla de “la revolución que viene”, y el republicanismo comunista de Izquierda Unida se une pidiendo la desaparición de la monarquía.
Los socialistas, cuyos programas proponen bulevares como el de Burgos para humanizar las ciudades, se niegan a apoyar este, y los populares, que rigen España y también la ciudad donde todo nació, parecen desconcertados.
La economía va mejor, y la corrupción, el paro y otras lacras no son mayores ahora que hace dos años, aunque lo parezca al instruirse causas de hace varios años.
En esta circunstancia, sin embargo, cualquier chispa podría iniciar un incendio; y agravarlo, además, la tensión civil que generan los independentistas que resucitan rupturas de los peores años del siglo XX.
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Aunque no sea elegante la autocita de un diletante como yo, voy a reproducir mi comentario de 16/1/14, en el blog de Pedro de Hoyos:
"Toda obra pública tiene su período de proyecto y aprobación, durante el cual los vecinos pueden formular alegaciones. Si la obra proyectada es especialmente gravosa, quedan los recursos administrativo y los tribunales. Existe un procedimiento administrativo de licitación de obras. ¿Se ha llevado a cabo conforme a la ley? ¿Acaso estas protestas vecinales se entablan porque se han agotado las vías legales de oposición o paralización de las obras, sin resultado? Porque si es así, y han venido acompañadas de violencia, atentados contra las fuerzas del orden público y destrozos, con un resultado, el de paralizar la obra, que no se obtuvo por medios normales, la enseñanza que se transmite es que la algarada compensa, el sabotaje trae cuenta, la violencia remueve obstáculos. De ahí al terrorismo -de diversa intensidad- de cabeza, como los vecinitos del norte. Y no es para tomarlo a broma: los batasunos eran minoritarios hace 20 años en Navarra, y en la actualidad se están imponiendo en todas partes. La protesta, más o menos tolerable, tiene como contrapartida que sea inevitablemente solapada por la agit-prop de quienes persiguen réditos políticos, desde electorales a antisistémicos o revolucionarios, porque los grupos agit-prop llevan ventaja: tienen más medios, más experiencia, dedicación absoluta y muchos menos escrúpulos."
Creo que los partidos políticos, los sindicatos, los grupos de presión y buena parte de las oenegés actúan como catalizadores -profesionales- del descontento popular, que a veces tiene causas concretas, como el caso de Burgos, y otras veces es más difuso. No es de extrañar que un suceso local pueda extenderse a toda España, gracias a las posibilidades que ofrecen las redes sociales y la telefonía móvil. Además, la confluencia de varias concausas puede tener un efecto multiplicador, sobre todo si existe una masa flotante de radicales dispuestos a desplazarse e intervenir, con la frecuencia e intensidad que se requiera.
Publicado por: Cara de Plata | viernes, 17 enero 2014 en 16:35