Durante la segunda mitad del siglo XX el progresismo ponía a la República Popular China como ejemplo de comunismo frugal y honesto que, gracias a esas características, terminaría siendo una potencia mundial.
Está en camino, pero no en renta per cápita ni en igualdad, sino porque 1.400 millones de chinos producen barato, aunque mejoran su nivel de vida gracias a la codicia de sus dirigentes, ambiciosos, buenos negociantes y, además, manirrotos y deshonestos.
La codicia y la corrupción producen riqueza cuyas migajas llegan a los más pobres, como ocurre con el narcotráfico, axioma que debería estudiarse como más válido que cualquier marxismo, tan erróneo que no previó que todas las dictaduras del proletariado terminarían así, desde la URSS hasta Cuba o Corea del Norte.
Esa corrupción, que se conocía pero estaba poco documentada, acaba de demostrarse en los papeles ChinaLeaks, elaborados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (www.icij.org), formado por 160 profesionales de sesenta países.
Toda la dirigencia del Partido Comunista Chino y los regentes del país, desde el presidente hasta cualquier secretario de aldea, están corrompidos por un poder omnímodo ejercido sin otros controles que los ideológicos: los suyos propios.
Por eso las democracias burguesas, con sus leyes preventivas de la corrupción y fuerte poder judicial, aunque no se libren de corruptos, son siempre más limpias que cualquier sistema marxista.
Cuando China todavía presumía de pureza y denunciaba la corrupción de los otros estados socialistas, el cronista era corresponsal permanente en Pekín, donde gozaba de información privilegiada frente a sus competidores.
Su secreto consistía en ganar simpatías usando el humor chino, que como el del campesino gallego cazurro y desconfiado, y, sobre todo, en ofrecer banquetes a sus fuentes, dirigentes del Partido y del Gobierno: ya entonces se dejaban corromper por un pato laqueado y sus mil variantes.
Lo cantaban todo cuando acompañabas una treintena de platos con maotai y brindis por el triunfo del socialismo.
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Los regímenes comunistas, totalitarios y criminales paraísos proletarios, suelen escapar de rositas; primero, del juicio de sus contemporáneos, por el sectarismo de nuestros intelectuales, y después del juicio de la Historia, por la neutralidad de nuestros Empréstitos públicos.
Publicado por: Cara de Plata | domingo, 26 enero 2014 en 23:04