La entrevista que concedió Martiano Rajoy este lunes a Antena 3 introdujo una noticia a la que se le presta poca atención: la futura ley del aborto será consensuada, es decir, más liberal que su proyecto inicial.
Su advertencia al independentismo catalán de que no logrará ningún objetivo y su fe en la inocencia de la Infanta Cristina deberían darse por descontadas.
Rajoy ha abortado el proyecto de Alberto Ruiz-Gallardón. El propio ministro de Justicia lo sugirió en otra entrevista, en TVE, y ello a pesar de que su proyecto autorizaba ya “la interrupción del embarazo cuando la mujer tiene un riesgo cierto de daño físico o psíquico”.
El proyecto Gallardón negaba que el aborto fuera parte de los Derechos Humanos, como lo consagraba prácticamente la ley de Zapatero de 2010, pero admitía su posibilidad cuando “las anomalías del feto “incompatibles con la vida” sean susceptibles de generar un daño psicológico en la mujer”.
Ese párrafo permite prever que el Parlamento eliminará “incompatibles con la vida”, cuatro palabras, para admitir el aborto cuando el feto padezca una tara psíquica o física que sitúe al futuro ser en inferioridad innata ante los demás.
Inferioridad que, en sociedades que reducen crecientemente las ayudas a esas personas, facilitaría su desamparo y abandono en ausencia, sobre todo, de sus padres.
Afirma Gallardón que la ONU le exigió al Gobierno español que corrigiera la ley Zapatero porque iba contra los derechos de los discapacitados, pero estudiar la previsible desatención de estas personas en tiempos futuros parece haber hecho abortar los proyectos del ministro y de su Presidente.
Volveremos, con mayor información a las gestantes y pocas variaciones, a la ley de Felipe González de 1985, aunque Rajoy rechazó admitirlo en su entrevista.
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Hoy por hoy, aborto sí, aborto no; derecho a la vida frente a derecho de la madre a abortar (que no a decidir, que es un eufemismo de derecho a acabar con la vida del feto), es un debate irrductible, un ejemplo de teoría de juegos de suma cero, en el que el reconocimiento del derecho de uno es la negación del derecho del otro. Ni siquiera cabe hablar de colisión de derechos, de zonas grises, de interpretación, de prevalencia de uno sobre otro, porque ambas partes, al afirmar el uno niegan niegan el otro. En esta situación, Rajoy, como Aznar, van de restado, y no tienen quizás otro remedio que seguir la doctrina del Tribunal Constitucional, que más que dar al aborto carta de naturaleza como derecho, define los supuestos en que funciona como escusa absolutoria de un supuesto delito de aborto (en lo que existe unanimidad en que ese pronunciamiento del Constitucional lo equipara a un derecho, por vía de reconocimiento, según los pro-abortistas, por la vía de hecho, según los anti-abortistas. Pero, insisto, es un asunto en el que, por intentar gobernar para gustar todos acabas no gustando a nadie.
Publicado por: Cara de Plata | miércoles, 22 enero 2014 en 16:58