Hace unos días los españoles retrasaron una hora sus relojes, mientras que en Turquía se retrasaba casi un siglo.
Es dramático que muchos medios informativos democráticos hayan presentado la llegada al Parlamento turco esta semana de cuatro diputadas con hiyab otomano como un triunfo de la libertad frente a su prohibición, impuesta hace noventa años por el fundador de la República, el laico Mustafá Kemal Atatürk.
Las cuatro pertenecen al Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) del primer ministro islamista Recep Tayyip Erdogan, que dictó una norma el pasado octubre para levantar la proscripción del velo en el trabajo de las funcionarias, entre ellas las maestras.
Ejercen su libertad frente al veto ejemplarizante impuesto por Atatürk (Padre de Turquía) para liberar las cabezas funcionariales de esa opresora prenda antihigiénica, tras disolver en 1923 el sultanato-califato del imperio nacido en 1281.
Trataba de crear un país moderno, occidentalizado, en el que las mujeres fueran como aquellas inglesas, francesas o norteamericanas –españolas, todavía no—que comenzaban a liberarse de la tutela del hombre, del puritanismo religioso, y que, siendo solteras, no eran repudiables por no ser vírgenes.
La emancipación del velo fue la de la propia mujer, que podía hacer lo que deseara sin que “las cucarachas veladas”, como dicen los laicistas, se atrevieran a condenarla públicamente.
Hoy, intimidaciones y condenas son un velo negro que avanza desde las zonas más atrasadas hacia las grandes ciudades, cubriéndolas lentamente.
El pelo suelto, en múltiples hadizes que complementan el Corán, es tan provocativo como el vello púbico, razón por la que Ataturk quiso que fuera ejemplo de libertad.
Volver al hiyab presiona a la mujer que no lo lleve, retrasa el calendario un siglo y reaviva un revanchismo machista que, en casos extremos del sunismo, impondrá el burka afgano, desconocido bajo el sultanato-califato que destituyó Atatürk.
Velo es libertad, si, la de los esclavizados voluntariamente.
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SALAS, una tira clásica
Turquía en todos los órdenes está girando más y más hacia el fundamentalismo islámico. No creo que la solución sea prohibir el velo islámico. Aunque bueno, en realidad no creo que el islamismo tiene solución. Para ejemplo, ver Egipto. O Gaza, donde empezaron con unas elecciones democráticas al 100% y ahora estám como están, porque eligieron ser gobernandos por unos terroristas. O Argelia, donde al partido que ganó las elecciones, el FIS, lo ilegalizaron por su fanatismo, y desde entonces también están como están. En fin.
Publicado por: José García Palacios | domingo, 03 noviembre 2013 en 17:03