Fiestas, cohetes, curas tocando campanas, un magma enfermizo y sádico recibe estos días a etarras liberados antes de lo que sería justo, terroristas que asesinaron a decenas de personas, entre ellas niños.
A las gentes decentes esos premios a la maldad más abyecta les provocan estupor, indignación y asombro.
También hay mujeres y niñas asustadas por la libertad de sádicos violadores y asesinos, exonerados igualmente por una sentencia del Tribunal Europeo de la lejana Estrasburgo, ajena a la verdadera justicia.
Muchas veces lo justo no tiene nada que ver con las leyes. Ni con la Constitución española, esclavizada por la redacción del artículo 25.2, donde dice que “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”.
Esa frase es un mantra que ha inspirado leyes en las que se ampara Estrasburgo, y que ha taladrado las mentes con un buenismo bobo hasta convencerlas de que el delincuente no debe ser castigado.
Veníamos del franquismo cuando se redactó este artículo que considera el castigo propio de una dictadura: así desdeñó la existencia de malvados no reinsertables, siguiendo el concepto católico, y tan español, de que podemos perdonar los pecados.
Por eso se mantuvieron parte de las leyes franquistas más blandas –el Código Penal para multiasesinos siguió vigente dos décadas--, y quien pedía su endurecimiento era acusado, paradójicamente, de franquista.
Con lo fácil que es añadir al artículo sobre la “reeducación y reinserción social”, un “siempre que el condenado exprese y demuestre” esa voluntad.
Salen a la calle sin reeducar ni reinsertar. Sin remordimiento a pesar de la cárcel, con el orgullo de haber resistido y ganado, y bajo el mantra de la reinserción se sigue matando a la verdadera justicia.
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IMAGEN DE MAS EN JERUSALÉN. LA PRENSA CATALANA EVITÓ COMO PUDO PUBLICARLA
Me asustan y espeluznan las palabras "reeducación y reinserción social". Todas las instituciones que cohesionan la sociedad están permeadas por la corrupción. Por horrendos que sean los crímenes cometidos, no hay autoridad que posea la dignidad para juzgar. Es más, no hay autoridad libre de responsabilidad.
Publicado por: Amparo Moreno | sábado, 30 noviembre 2013 en 14:03