Como el tifón Yolanda-Haiyan acaba de dejar 10.000 muertos y una gran destrucción en algunas pocas de las 7.000 islas de Filipinas los defensores de que el calentamiento global provoca estas catástrofes exigieron un cambio radical en nuestra forma de vida para que dejemos de emitir CO2, que según ellos causa estos desastres.
El delegado de Filipinas en la XIX Cumbre del Clima que se celebra en Varsovia estos días, Naderev Sano, denunció una guerra climática contra su país, dirigida sobre todo por las naciones industrializadas y las emergentes.
Olvidó nombrar la fragilidad de las viviendas filipinas de tablas sobre pilastres de madera, frecuentemente sin ventanas, arrasadas con sus habitantes dentro: además de baratas, son lo más natural frente al calor de esa área del Pacífico.
Frente a madera, piedra u hormigón: en países más ricos que Filipinas, cuya renta per cápita es de 1.745 euros (España 22.440 euros, Luxemburgo 79.600 euros), los fallecidos habrían sido pocos, pese al terrible tifón, que aquí llamamos huracán.
El desbordamiento de ríos en China hasta hace poco más de medio siglo, cuando comenzaron a construirse grandes presas, mataba a millones de personas, entre ahogamientos y hambrunas.
A mediados del siglo XVII Portugal se independizó de España, y otras regiones estuvieron a punto de lograrlo, en medio de guerras civiles en el hemisferio norte del planeta por un cambio climático.
Décadas de lluvias y huracanes provocaron hambre y violencia, y sólo con máquinas que producen CO2, se consiguió hacer la vida más soportable corrigiendo parcialmente a la naturaleza.
Hay cambio climático, como siempre. Los calentólogos atribuyen el actual a nuestro sistema de vida: que prescindan ellos de la calefacción este invierno y que no viajen a Varsovia en contaminantes coches y aviones, sino a pie.
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Viajando a pie, o en bicicleta, iban a emitir más CO2 que viajando en coche, a no ser que fueran sin respirar, claro
Publicado por: Josecik | jueves, 14 noviembre 2013 en 16:41