Hace
dos meses el periódico monárquico ABC, con fuentes cercanas a la Casa Real, publicó
un artículo sobre supuestas desavenencias entre los Príncipes de Asturias que
podrían conducir a su separación.
Desde
entonces, sin embargo, la Princesa Letizia parece querer desmentir aquella
información con crecientes apariciones públicas, aunque hay medios que
insisten en que habrá ruptura.
En los
últimos dos meses la Princesa ha vuelto a verse asiduamente en actos públicos como
una metódica profesional de la monarquía, de la escuela de la Reina Sofía,
aunque sonría mucho menos.
Aparece
en inauguraciones de curso, en congresos sobre enfermedades raras o sobre arte para
cumplir su labor como consorte del heredero de la Corona, quizás futura reina, pero
con seriedad y gravedad demasiado solemnes y campanudas.
Recordándola
como informadora de televisión se echa de menos su espontaneidad y vitalidad contando
lo que ocurría, quizás porque le conmovían los acontecimientos.
Destacaba
por encima de los demás periodistas de ambos sexos. Letizia era una princesa de la
información, una reina incluso. Quizás por eso fue elegida.
Y ahora
que es Princesa habla como las locutoras de entonación precisa, pausas medidas,
dicción perfecta, con la frialdad técnica de la Radio Nacional de España que
oímos en las grabaciones de los años 1950.
Al
Príncipe Felipe le ha ocurrido lo contrario: de lector inseguro, obligado a ser
maquinal y con algunos gallitos, ha cambiado a la frecuente improvisación
cálida, incluso con menos de aquellos gallitos que podrían deberse a una
rinitis.
En ausencia del Rey, que espera su operación definitiva de cadera, los Príncipes se reparten los actos oficiales, él como heredero de la espontaneidad paterna, y ella con esa la locución poco sincera que podría corregir emocionándose con su actual oficio, como hacía cuando era periodista-reina.
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En una ocasión escuché hablar a la reina Sofía (creo que con Pilar Urbano)sobre su nuera, y me sorprendió el chaparrón de piropos que le dedicaba. Dijo que era una mujer responsable, cariñosa, buena madre, diligente, afable....en fin, que una suegra diga esas cosas (considerando sobre todo el rechazo primero a esa boda con divorciada, rojelia, abortista y nieta de taxista) no es habitual, y de alguna manera suavizó la impresión tensa, áspera, dura, fría incluso que me transmitía la hoy princesa de Asturias.
Miras a la princesa, ahora reina, de Holanda, o la de Bélgica o Dinamarca, y encuentras chicas simpáticas, espontáneas, relajadas y cercanas.
Leticia parece demasiado tensa, quizá por perfeccionista y exigente consigo y con los demás, algo que no se apreciaba cuando estaba soltera y la veíamos como busto parlante en televisión.
Imagino que cuando Felipe impuso a sus padres a esta novia (no lo hizo con las tres anteriores), previa amenaza de renunciar a la Corona después de "escapar" a Canadá, si no le daban el vºbº, sabía quien y como era, con quién habría de vivir y tener prole.
Leticia había tenido otros amores. Otro marido. Otras vidas. Había abortado un hijo, Habia vivido de forma independiente y liberada...y ahora se le critica que salga con las amigas a un concierto, de compras o de copas.
"Con la cuchara que elijas has de comer". Si quería una esposa como su madre, la mujer que más elegantemente ha llevado los cuernos y más se ha sacrificado por la Corona, que la eligiera én ese formato.
Tengo la impresión de que, abierta la veda mediática de los Borbones, con los Urdangarines y los hijos naturales del Jefe, Leticia querrá mejorar su imagen, caer mejor y hacerse de querer un poco por el pueblo, por otra parte cada vez más alejado de esta institución anacrónica que es la monarquía (especialmente cuando sus miembros no son ejemplares).
Tendrá que medir sus alocuciones y sus gestos como la futura reina...no como la feminista mandona que le late dentro.
Su suegra puede aconsejarla mejor que nadie. Le conviene.
Publicado por: MIRANDA | domingo, 20 octubre 2013 en 19:47