Desde el sábado pasado, 12 de octubre, el presidente heredero de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, trata de reconquistar al pueblo venezolano, que ya desconfía del chavismo, tomando esa fecha como base para renovar la tensión antiimperialista.
Hasta ahora se centraba en EE. UU., pero desde el 12 añade España. La acusa cada día de genocidio de nativos, que, de haber existido, no habría sido obra de España, sino de españoles con nombres y apellidos como los suyos propios, Nicolás, y Maduro.
El mandatario venezolano lleva sangre española: es mestizo con rasgos más europeos que indios; como Hugo Chávez, aunque este con rasgos más nativos, o como el boliviano Evo Morales, con menos aspecto europeo, pero también con huellas españolas.
Puede argüirse que los misioneros bautizaban con apelativos españoles a los indios, pero el vestigio español no puede dejar de verse en esos rostros, lo que indica que tuvieron antepasados fueron conquistadores, y no necesariamente violadores, puesto que el mestizaje y las familias mixtas eran comunes, según todas las crónicas.
El gran mexicanista Christian Duverger acaba de publicar en Taurus “Hernán Cortés”, donde demuestra que el conquistador de México era un enamorado y protector del mestizaje, sólo implacable en su ira con quienes practicaban sacrificios humanos y antropofagia ritual.
Por eso las tribus que eran vistas como ganado, por ejemplo, por los aztecas, facilitaron la conquista.
El genocidio, aparte las brutalidades denunciadas por Fray Bartolomé de las Casas, se debió sobre todo a epidemias de enfermedades europeas que se extendían rápidamente entre pueblos sin defensas, igual que los españoles no las tenían para la sífilis americana.
Todos los imperios, también el azteca y el inca, se formaron así, como cuando los romanos invadieron España, o los árabes la misma España, o Persia, India…
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El victimismo anti-imperialista está en el ADN de la bananocracia. Localizar un enemigo, tildarlo de genocida, atribuirle la culpa de sus fracasos...eso resulta cómodo y práctico.
Con los venezolanos me ocurre como con los argentinos. No los comprendo. Llevan muchas décadas de escolarización, tienen grandes riquezas naturales, industrias y empresas internacionales, universidades, gente de la cultura...pero siguen en su mundo de yupi, soñando con Evita, añorando al pajarito parlante, y votando como niños de teta, enredados por dictadorzuelos demagogos, ignorantes endiosados y populacheros tramposos.
Las democracias serias no imaginan hasta qué extremo el chavismo, como el castrismo, manejó a su antojo a una sociedad desarmada, desinformada, hipercontrolada, donde hasta los libros escolares están cribados por el régimen.
Castro y Chavez levantaron el fantasma gringo, advirtiendo a su gente que los capitalistas les quitarían cuanto tienen...cuando son ellos los que les niegan justicia, igualdad, seguridad, mientras se enriquecen y encubren a terroristas y narcos.
En Venezuela mucha gente pasa hambre, ven recortadas sus libertades y la inseguridad es tal que resulta más peligroso parar el coche en un semáforo que saltárselo.
Parecía que muerto el perro acabaría la rabia, que desaparecido el embaucador desilustrado de Chávez, la población se levantaría de las patas de atrás para pedir democracia real...pero ahí se quedó el chófer del sátrapa, atando y desatando cabos y pactando con el ejército y el capital, esos poderes fácticos del chavismo que seguirán haciendo su agosto con o sin el pajarito parlante.
Quizá lo más peligroso de toda esa estructura más religiosa que política, de cerebros lavados y morales destruidas, de ese poder enquistado, susceptible de perpetuación indeseable, sea el tinglado de intereses cuyas larvas siguen remejiendo aunque la parca las descabece.
Y si para eso hace falta una cabeza visible a la que arrear estopa, USA o España, contra los que dirigir el resentimiento social, las mentiras históricas, el rencor, la frustración y la rabia, se hace y punto pelota.
Publicado por: MIRANDA | miércoles, 16 octubre 2013 en 17:02