Los
independentistas CiU y ERC ya han encontrado otra catalanófoba en Susana Díaz, nueva
presidente socialista de Andalucía, la región más extensa y poblada de España,
y controlada por el PSOE desde 1978.
Díaz es
el primer socialista poderoso que ha reconocido públicamente que el auge
soberanista fue provocado por la promesa de Rodríguez Zapatero de aceptar todo
Estatuto que propusiera el Parlamento catalán.
Aunque
añadió, parafraseando a Rubalcaba, que “la catalanofobia de Rajoy y del PP”
también incrementan ese independentismo.
Tal
afirmación se justifica en que los populares impugnaron el Estatuto de
Maragall-Zapatero, olvidando que también lo hizo el socialista
Enrique Múgica, entonces Defensor del Pueblo.
Los
recursos provocaron que el Tribunal Constitucional rechazara varios artículos
del Estatuto semisecesionista, lo que lo aguó notablemente.
Usándolo
sin cesar, los independentistas han convertido el término catalanofobia en una consigna-insulto
para evitar que se critique cualquiera de sus ideas o acciones.
Pero,
además, sirve para desviar la atención: los independentistas acusan de catalanófobo
a quien denuncie sus corrupciones, sus desacatos a la legalidad, y su soberbia frente
al resto de España.
El
secesionismo lleva muchos años contaminando a los catalanes más crédulos lavándoles
goebbelsianamente el cerebro con la idea de que España les roba: es el mismo
mensaje neofascista de la Liga Norte contra el sur italiano.
Mensaje
al que también ayuda la prensa tratando de ahorrar palabras y espacio, por
ejemplo, titulando que Susana Díaz “critica las concesiones que hizo Zapatero a
Cataluña”, cuando no hubo concesiones a Cataluña, sino a dos ideologías, nacionalismo
y socialnacionalismo.
Ingenuamente la prensa le facilita a los independentistas la coartada al identificar un territorio con las ambiciones expansivas de sus políticos, facilitando los ataques contra Díaz o contra cualquiera que desvele sus engaños.
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Lo pimero es que nadie se le ocurre dar un cheque en blanco como lo hizo Zapatero. Perdone por el mal gusto de lo que sigue pero ya que se les habia acceptado todo de antemeno los catalanistas hubiesen debido pedir el derecho de pernada para el presidente de la Generalitat sobre las hijas del presidente del Gobierno. En latin "Vae victis!"
Lo segundo es que el estatuto solo contemplaba ventajas, privilegios y dinero adicionales para Catalua asi que la pregunta del referendum hubiese podido reformularse en "Quereis un dulce o pensais que os va amargar?". Y a los que iban a pagar con mas impuestos y menos gasto en sus regiones no se les pregunto si estaban de acuerdo.
Eso, un referendum limitado a Catalua hubiese sido mas o menos admisible si el Estatuto hubiese sido el fruto de una negociacion en la que el Gobierno central hubiese defedido pié a pié los intereses de los que iban a tener que pagar la factura y el Estatuto hubiese tenido contrapartidas pero ni el Gobierno defendio a los no-catalanes ni hubo contrapartidas.
Nota: En los aos noventa cuando Francia promulg un nuevo estatuto para Nueva Caledonia el referendm fué en toda Francia y no solo en Nueva Caledonai.
Publicado por: JFM | lunes, 07 octubre 2013 en 16:10